EVENTOS HISTÓRICOS

Exilio y cautiverio de Israel - 2 Crónicas 36: 20

En el Mundo Antiguo de la Biblia, en ocasiones, la imagen perfecta de la «leche y miel», la paz y la prosperidad, la bondad y el amor, a menudo colapsaban peligrosamente en los conflictos armados y las guerras devastadoras. La historia del Próximo Oriente Antiguo está llena de batallas seguidas de exilio y prisión. La arqueología brinda importante información sobre esos eventos de exilio que aparecen en el registro bíblico.

Dos grupos primarios de palabras hebreas describen los conceptos del exilio y la cautividad:

1)    galah, golah, galut – verbo = irse, desaparecer, ir al exilio; sustantivo = exilio, cautividad.

2)    shabah, shebut, shebbi – verbo = tomar cautivo; sustantivo = exilio, una persona exiliada.

Con estos significados, los términos aparecen en la Biblia hebrea casi noventa veces (galah y sus derivados) y 115 veces (shabah y sus derivados), respectivamente, y aparecen en veintisiete libros del Antiguo Testamento, según el siguiente detalle:

Pentateuco: Génesis, Éxodo, Números, Deuteronomio.

Profetas tempranos (historia)— Jueces. 1 y 2 Samuel. 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas

Profetas tardíos (libros proféticos)— Amós, Oseas, Isaías, Nahúm, Jeremías, Ezequiel, Abdías, Joel, Sofonías.

Escritos: Salmos, Job, Lamentaciones, Esdras, Nehemías, Ester, Daniel.

Al referirse a estos «eventos de exilio» de diversos tamaños y niveles de intensidad en varias ocasiones a lo largo de la historia del Antiguo Testamento (por ejemplo, en la remoción asiria de decenas de miles de israelitas de su país y en su traslado a Asiria), el vocabulario del exilio y los libros que emplean esos términos se enfocan primordialmente en un exilio específico: la devastadora conquista de Judá y Jerusalén por parte de Babilonia en el siglo VI a. C. Fuentes bíblicas contemporáneas incluyen especialmente a Isaías 40–55, Jeremías, Ezequiel, 2 Reyes, 2 Crónicas, algunos de los Salmos y Lamentaciones. Los libros de Daniel, Esdras y Nehemías también se refieren al exilio babilónico y sus resultados.

Si el Éxodo marcó el comienzo de la existencia de Israel como nación independiente, el exilio le puso fin. En la destrucción de Jerusalén del año 587/586 a. C. se perdieron vidas, seres queridos, libertad, tierra, el Templo de Jerusalén (con la presencia de Dios), el pacto, el rey y los servicios y el personal de los sacrificios. Es imposible transmitir en palabras la profundidad y el dolor de esta catástrofe. A pesar de ello, y aunque el crisol del exilio babilónico destruyó todo lo que consideraban estimado, también brindó el espacio y la motivación para nuevas e innovadoras direcciones e ideas teológicas.

La arqueología del tiempo de la cautividad en Babilonia ha revelado asentamientos, artefactos y textos que iluminan el período y los actores involucrados en este trágico drama. Por ejemplo, los arqueólogos han notado durante mucho tiempo la destrucción o la reducción de sitios en toda Judá, lo que apoya la idea de un derrocamiento violento y el exilio del pueblo que habitaba la tierra. Las ruinas excavadas de las pendientes orientales de la Ciudad de David brindan evidencias nefastas de la naturaleza brutal de la destrucción: edificios y mobiliario carbonizados. Una de las estructuras destruidas puede haber sido un archivo real lleno de rollos. Los arqueólogos hallaron dentro de él 51 bullae o impresiones de sellos estampados en la arcilla que una vez sellaron documentos consumidos en la conflagración. Algunas de las inscripciones en las bullae tienen los nombres de padres y títulos de cargos según aparecen en el libro de Jeremías, en especial en el capítulo 36.

Otras inscripciones incluyen varias de Judá, Jordania, Babilonia y Persia:

–   La Crónica Babilónica de «Jerusalén» detalla el ataque de Jerusalén en 597, la destitución de Joacim y la designación de Sedequías, el rey final de Judá. «En el séptimo año [598/597], el mes de Kislimu, el rey de Acad reunió sus tropas, marchó a la Hattilandia y asedió la ciudad de Judá, y en el segundo día del mes de Addaru, tomó la ciudad y capturó al rey. Designó allí un rey de su elección, recibió pesados tributos y envió a Babiloniai.”

–   La inscripción de la bulla de «Baalis» de Tall al-`Umayri (Jordania) nombra al rey amonita Ba`al Yasha` (Baal Saves), conocido también en las listas de los reyes amonitas, pero anunciado en Jeremías 40: 14 como el patrocinador del asesinato de Gedalías, el gobernador que Nabucodonosor había dejado en Judá.

–   Las cartas de Laquis —piezas con tinta de arcilla quebrada de justo antes de la destrucción de Jerusalén— reflejan el dolor y el patetismo de los judíos que procuraban aguantar ante los babilonios mientras una fortaleza tras otra colapsaba a su alrededor.

–   El sello de Eliaquim, hallado en Tell Beit Mirsim, perteneciente al mayordomo del rey Joacim.

–   El sello de Gedalías, descubierto en Laquis, que menciona el nombre del gobernador Gedalías, a quien Nabucodonosor colocó sobre Judá después del colapso de Jerusalén.

–   La inscripción babilónica que enumera las raciones de los príncipes y artesanos cautivos, lo que incluía al rey Joacim.

–   La estela babilónica de Nabonido, donde figura el nombre del gobernante babilónico en cuya época el país cayó ante los medos y los persas.

–   El Cilindro persa de Ciro, que celebra la victoria de Ciro sobre los babilonios en el año 539 a. C., y que también detalla la magnanimidad de Ciro al permitir que los cautivos regresaran a su tierra y reestablecieran las instituciones religiosas propias, como fue el caso de los judíos que regresaron.

Esos textos y artefactos establecen el contexto histórico y cultural del exilio más significativo en tiempos del Antiguo Testamento: la cautividad babilónica. Es particularmente en esa época y bajo esas circunstancias en Jerusalén y Babilonia en la que somos testigos precisamente de muchos de los mismos nombres y eventos tanto en los registros arqueológicos como bíblicos. Un evento de los más triste en la historia hebrea —el exilio masivo de miles de judíos a Babilonia a más de mil kilómetros de allí, que siguió a la destrucción de la capital de Judá, su templo y, con él, sus fundamentos teológicos— prepararía con el tiempo el camino para la reconstrucción de la fe y sus entornos familiares por medio de un nuevo éxodo y un regreso a la tierra.

Matthews y Benjamin, Old Testament Parallels: Laws and Stories from the Ancient Near East.

Ackroyd, Exile and Restoration.

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