GOBERNANTES Y IMPERIOS
La destrucción de Samaria y la desaparición de su población ha llevado a muchas especulaciones sobre la suerte de las tribus «perdidas» de Israel. Una cosa, sin embargo, es cierta: no se perdieron. La Biblia identifica dónde fueron enviadas y documentos asirios describen qué estaban haciendo muchas de ellas allí.
Tres monarcas asirios deportaron a los israelitas a diversas partes del imperio. En los años 734-732 a. C., las campañas militares de Tiglat-pileser III en la región costera de Israel, en Galilea, y en Galaad, redujeron significativamente la población del reino del norte. Los Anales 18 y 24 afirman haber deportado a 13.520 israelitas a los territorios asirios. Estudios demográficos en la Baja Galilea demuestran la disminución de los asentamientos en la zona para el fin del siglo VIII a. C. El libro de 2 Reyes 15: 29 y 1 Crónicas 5: 26 describen la campaña de Tiglat-pileser III y el destino de los israelitas transferidos.
Diez años después de Tiglat-pileser III, Salmanasar V sitió y después capturó Samaria, la capital de Israel, en el 722 a. C. Los asirios deportaron al rey israelita Oseas un tiempo antes de la caída real de la ciudad (2 Rey. 17: 4). La muerte de Salmanasar V durante el invierno de ese año retrasó la remoción de los habitantes de Samaria. Según documentos asirios, en el año 720 a. C., el nuevo rey asirio Sargón II sacó a 27.290 israelitas de Samaria y de las colinas de Efraín. 2 Reyes 17: 6 dice que los cautivos fueron enviados a Halah en la provincia asiria de Halahhu, Habor, Gozán (la moderna Tell-Halaf en el norte de Siria), y a varias ciudades de los medos, es decir, la ciudad de Harhar y otras de la moderna Irán.
Los funcionarios responsables por enviar a los deportados a Asiria verificaron las habilidades de cada prisionero de guerra. La presencia de los israelitas entre los prisioneros se ve atestiguada por los individuos de nombre hebreo, por lo general con el nombre completo o parcial de Yahvé adjunto a ellos. Hasta el momento, los estudiosos han identificado a aproximadamente setenta deportados israelitas en los registros asirios, lo que ofrece una vislumbre de la vida diaria de muchos de ellos en Asiria.
Resulta sorprendente que muchos israelitas recibieran cargos militares. Un texto dice que Sargón II incluyó muchos aurigas en sus tropas. Un tal Azri-Yau (‘Yahvé es mi ayuda’) era guardaespaldas en Nínive y un hombre llamado Ahi-Yau (‘Yahvé es mi hermano’) era arquero. Es muy posible que Rabsaces, el funcionario enviado por Senaquerib a dirigirse a los líderes de Jerusalén en el 701 a. C. era israelita, dado que podía hablar hebreo con fluidez (2 Rey. 18: 26, 28). Evidencias documentarias muestran que sacerdotes, obreros calificados, mercaderes y terratenientes israelitas vivieron y trabajaron en Asiria. Los asirios los incluyeron en la sociedad y, por lo general, los trataron bien.
Otro grupo de deportados llevó a cabo tareas agrícolas en lugares como Gozán y Laqe, recibiendo tan solo la ración mínima de alimentos diarios. Otros participaron en la construcción de la nueva capital de Sargón llamada Dur-Sharrukin (Khorsabad), y otros incluso fueron hechos esclavos y deudores.
Aunque muchos israelitas capturados fueron incorporados a la sociedad asiria, ninguna tribu, clan o familia extendida permaneció intacta durante el proceso de deportación. Solo las familias nucleares permanecieron junta, y las tribus de Israel sin duda cesaron de existir. Después de algunas generaciones, muchos israelitas se asimilaron a la cultura asiria, cambiándose los nombres, el idioma y la religión y perdiendo así cualquier identidad tribal. Habrán contraído matrimonios mixtos con personas de su nueva tierra, borrando aún más cualquier herencia tribal. Asimismo, muchos habrán permanecido en el territorio del antiguo reino de Israel. Durante varias reformas religiosas, varios residentes del norte parecen haberse trasladado a Judá, como lo indican evidencias arqueológicas de repentinos crecimientos de la población en el sur durante períodos específicos y por los indicios en el texto bíblico mismo. Las listas de los exiliados que regresaron según Esdras muestran que incluso ellos se identificaban no por alguna genealogía tribal, sino según la procedencia de sus ancestros. El conocimiento de que pertenecían a una tribu específica se desvaneció con el tiempo. Cualquier intento de hallar tribus del norte «puras» en algún lugar de Oriente Medio está destinado al fracaso.
Younger, “The Deportations of the Israelites”, 201-227.
Younger, “‘Give us Our Daily Bread’–Everyday Life for the Israelite Deportees”.
Younger, “Israelites in Exile. Their Names Appear at All Levels of Assyrian Society”, 36-45, 65-66.