TEXTOS Y ARTEFACTOS ANTIGUOS

Las jarras de Kuntillet Ajrud—2 Reyes 21: 3

Kuntillet Ajrud era un oasis en el desierto, una parada para las caravanas que cruzaban la parte norte de la península del Sinaí. Zeev Meshel excavó el sitio en los años 1975 y 1976 como representante de la Universidad de Tel Aviv. Allí, los arqueólogos encontraron un edificio similar a una fortaleza con un santuario adjunto. Cada una de las salas de la fortaleza tenía dos tinajas grandes (pithoi) marcadas con dibujos e inscripciones. Desde su descubrimiento, los académicos las han analizado para obtener información sobre las prácticas rituales del siglo VIII a. C., ya que la inscripción en la primera pithos dice lo siguiente: «X dice: Decid a Y, a Yau‘asah, y [a Z]: Te bendigo por Jehová, nuestro guardián, y por su Asera». Los dibujos que acompañan la inscripción del pithos muestran a dos mujeres sentadas en una silla/trono junto a otras dos figuras. En la misma pithos, aparecen dos íbices (cabras montesas salvajes) a ambos lados de un árbol descansando sobre un león. Muchos eruditos han interpretado este árbol como el árbol sagrado de Asera basándose en la imaginería que aparece en el pedestal de culto de Ta’anach, así como en las representaciones de la diosa hembra sentada en un león mientras alimenta o sostiene íbices a sus dos lados. Menos cierta es la relación entre los dibujos y el texto o el orden en el que aparecen en la pithos. Tampoco es seguro si las inscripciones se refieren a un asherim (imagen o ídolo de Asera) o a la propia Asera, siendo este el nombre de la diosa femenina. El Antiguo Testamento emplea ambos términos más de cuarenta veces para denunciar la adoración de Asera (Éxo. 34: 13; Deut. 12: 3) o la colocación del árbol sagrado al lado del altar de Jehová (Deut. 16: 21). Sin embargo, los israelitas sí que adoraron a Asera y a Baal durante el periodo de los jueces (Jue. 3: 7). Más adelante, durante el período de la monarquía, Asa depuso a la reina madre Maaca por adorar a un ídolo de Asera (1 Rey. 15: 13). Acab erigió un pilar o ídolo de Asera (1 Rey. 16: 33) y Jezabel apoyó a cuatrocientos profetas de Asera (1 Rey. 18: 19) a quien Elías mató después de enfrentarlos en el monte Carmelo (1 Rey. 19: 1). El rey Manasés colocó una imagen de Asera en el templo de Salomón en Jerusalén (2 Rey. 21: 3-7). Más tarde, Josías la sacó y la convirtió en polvo en el valle del Cedrón durante su reforma en el año 621 a. C. (2 Rey. 23: 6). De estos pasajes y del registro arqueológico, es evidente que gran parte de la población judía e israelita adoraba a las deidades cananeas Baal y Asera.