EVENTOS HISTÓRICOS
Aunque el cristianismo comenzó como un movimiento religioso dentro del judaísmo durante el siglo I d. C., pronto cortó lazos con la religión judía respecto a dos puntos principales: (1) el papel mesiánico de Jesús de Nazaret y (2) la observancia continuada de la ley mosaica. Esta controversia resultó en la persecución de los cristianos por parte de las autoridades judías en Judea y, en ocasiones, la resistencia violenta de los judíos de la diáspora contra todo intento cristiano de proselitismo. En un principio, el Imperio romano consideraba a los cristianos como una secta judía. Permitían que la iglesia tuviera los mismos privilegios que se otorgaban al judaísmo, una religión legalmente reconocida. Roma consideraba el judaísmo una característica étnica y lo toleraba, así como lo hacía con la cultura de otros grupos étnicos. Pero después de que el cristianismo se diferenciara del judaísmo y se esparciera entre los gentiles, los romanos dejaron de considerarlo parte del judaísmo y, por ello, se volvió ilegal dentro del imperio. La iglesia enfrentó entonces castigo y persecución de parte de las autoridades imperiales y la hostilidad del público en general.
El Nuevo Testamento contiene numerosas referencias a la persecución. En primer lugar, los primeros cristianos esperaban sufrir. Dado que Jesucristo, su líder, había muerto en una cruz, no podían imaginar honor más elevado que sufrir el martirio por él. El libro de los Hechos de los Apóstoles registra las dificultades que enfrentó la comunidad cristiana primitiva al evangelizar el Imperio romano. En un comienzo, la resistencia provino de las autoridades judías de Judea y a la diseminación de la nueva fe le siguió la persecución (Hech. 4: 1-22; 5: 17-42; 6: 8–8: 1; 8: 3; 9: 2; 12: 1-5; 19: 27–28: 30). Los misioneros cristianos sufrieron persecución en diversas regiones del imperio, en especial cuando las comunidades judías locales agitaron la oposición de los gentiles (Hech. 9: 23-24; 13: 44-51; 14: 5-6; 14: 19-20; 17: 1-15; 18: 12-17; 20: 19; 23: 12-14). Hechos también incluye algunos incidentes de hostilidad de parte de los gentiles que no fueron iniciados por los judíos (Hech. 16: 16-24; 19: 23-41).
El libro de Apocalipsis, compuesto posiblemente durante el reinado del emperador Domiciano (81-96 d. C.), menciona varias veces la persecución. Su autor se encontraba «en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo» (Apoc. 1: 9) y fue allí donde recibió las visiones que se registran en el libro de Apocalipsis. En varios de los mensajes que envió a diversas iglesias de Asia Menor, Juan se refiere tanto a períodos pasados como futuros de persecución, pruebas y muerte, e hizo llamamientos a seguir firmes en la fe (Apoc. 2: 2-3, 9-10, 13). En otras instancias habla de mártires (Apoc. 6: 9-11; 20: 4). Parece indicar que muchos cristianos soportaron la tortura e incluso la muerte por sus creencias bajo el gobierno romano y de que otros habrían de enfrentar la persecución en el futuro.
Fuera del Nuevo Testamento casi no hay pruebas de la persecución judía de los cristianos. Sin embargo, se han hallado amplias evidencias en fuentes historias legales, administrativas e históricas contemporáneas sobre la persecución de los seguidores de Jesús. Por ejemplo, Plinio, el gobernador romano de Bitinia en Asia Menor durante los años 111-113 d. C., escribió una carta al emperador Trajano donde informa de sus negociaciones con los cristianos. En esa época los romanos aún no buscaban a los cristianos de manera activa, sino que tan solo los castigaban y ejecutaban si alguien los denunciaba y continuaban perseverando en su fe. Sin embargo, después del año 250 d. C., la persecución sistemática se convirtió en política de gobierno hasta el edicto de tolerancia del emperador Constantino en el año 313 d. C.
Novak, Christianity and the Roman Empire: Background Texts.
Hill, Christianity: How a Despised Sect from a Minority Religion Came to Dominate the Roman Empire.