TIERRAS Y LUGARES
La Atenas clásica fue una poderosa ciudad-estado situada en la región griega del Ática. Es famosa por su monumental acrópolis y por haber sido lugar de residencia de filósofos tan conocidos como Sócrates, Platón y Aristóteles, así como por haber sido la cuna de la democracia. También atrajo la atención del apóstol Pablo.
Pablo visitó Atenas en el transcurso de su segundo viaje misionero, probablemente hacia el año 51 d. C. Mientras esperaba que se le unieran sus colaboradores, «su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (Hech. 17: 16). En la Biblia se mencionan dos corrientes filosóficas, los epicúreos y los estoicos, muy preeminentes en la vida intelectual de la ciudad, así como el Areópago, el mercado, los templos y los altares. Finalmente, Pablo escribió dos epístolas a los cristianos de Tesalónica durante su estancia en Atenas.
Las pruebas procedentes de los sepulcros de Kerameiko, una antigua necrópolis, demuestran que, a partir del año 900 a. C., Atenas fue uno de los principales centros comerciales de la región. Durante la edad de oro de la democracia ateniense, la ciudad desarrolló un ambicioso plan de construcción de edificios.
El grupo escultórico que adorna el frontón occidental del Partenón reproduce el mito de la fundación de la ciudad. Atenea, diosa de la sabiduría, y Poseidón, dios del mar, competían por ser la deidad protectora de la ciudad. Poseidón produjo una fuente de agua salada como símbolo del poder naval, pero Atenea creó un olivo, señal de paz y prosperidad.
Aunque en tiempos de Pablo los romanos dominaban el mundo entonces conocido, consideraban que las artes, la sabiduría, la lengua y la religión griegas eran el modelo de civilización perfecto. Como consecuencia, sus dioses acabaron siendo réplicas de los griegos, incorporando así la iconografía, las prácticas religiosas y los mitos griegos a su propio culto.
El centro de la ciudad era el ágora romana, al este del antiguo mercado. La entrada desde el oeste se producía por la puerta de Atenea Archegetis, mientras que por el este se cruzaba el antiguo propileo, consistente en un pórtico de cuatro columnas jónicas de mármol. El ágora era un peristilo (espacio abierto rodeado de una columnata y establecimientos de uso comercial). Incluía una fuente, aseos públicos, un gran odeón (espacio destinado a acontecimientos musicales con la forma de un teatro cubierto), un templo dedicado al dios Ares y la Torre de los Vientos, un horologion (reloj) de planta octogonal compuesto de distintos cuadrantes solares, una clepsidra y una veleta. El Areópago o Colina de Marte para los romanos, es un promontorio rocoso situado al norte de la Acrópolis. El nombre procede del hecho de que antes del siglo V a. C. el consejo de los ancianos de la ciudad, parecido al senado romano, recibía el nombre de Areópago y se reunía en ese lugar. Allí el apóstol Pablo pronunció el discurso registrado en Hechos 17: 22-31. En él se refirió a un altar con la inscripción «al dios desconocido».
Las numerosas decoraciones sobre cerámica griega antiguas nos permiten ver qué tipo de culto se llevaba a cabo delante de los altares griegos. En casi todas las esquinas se levantaban piedras de aproximadamente un metro de altura, a menudo ornamentadas en su parte superior y con varias inscripciones grabadas en sus laterales. Los adoradores solían ofrecer sobre ellos libaciones de distintos líquidos, frutos, pan o incienso. Se desconoce si fuera del templo se sacrificaban animales de forma ritual. Pablo se refiere a alimentos sacrificados a los ídolos (1 Cor. 10: 27). Es probable que en época romana la carne se ofreciera de forma figurativa a los dioses y, más tarde, se vendiera en el mercado. Los romanos también solían rociar algunas gotas de vino a las deidades antes de beber.
No parece que haya lugar a demasiadas dudas sobre el hecho de que el apóstol Pablo volviera a visitar Atenas durante su tercer viaje misionero (Hech. 20: 2-3). No obstante, Lucas no lo menciona de forma explícita.