CREENCIAS Y ENSEÑANZAS
La religión grecorromana estaba más preocupada por el ritual que por la teología. La persona corriente simplemente quería evitar la ira de los dioses y buscaba mantener su favor ofreciendo sacrificios y realizando los rituales correctos. Pero los más intelectuales buscaban explorar cuestiones tan profundas como las que involucran la naturaleza del cuerpo y el alma y las relaciones de los dioses con el universo. Como resultado, los antiguos griegos desarrollaron varias escuelas filosóficas que han seguido formando el pensamiento humano. Al encontrar esos conceptos filosóficos, los primeros cristianos se involucraron en acalorados debates entre los representantes de la iglesia y los pensadores helenísticos. Esa interacción comenzó incluso en los primeros días de la iglesia. El libro de los Hechos registra el encuentro que Pablo tuvo con algunos filósofos epicúreos y estoicos en Atenas (Hech. 17: 18).
Es esencial conocer las tendencias básicas de tales escuelas filosóficas, porque han influido profundamente en el pensamiento cristiano. Durante la historia temprana de la iglesia, sus defensores con frecuencia adaptaron la doctrina cristiana a la filosofía helenística con la esperanza de hacerla más comprensible para el mundo pagano. Lamentablemente, el uso de conceptos filosóficos griegos, o posteriormente romanos, para comunicar las enseñanzas bíblicas comenzó a distorsionar esas enseñanzas cristianas en sí mismas. Tal mezcla de ideas podía crear distorsiones serias e incluso heréticas, algunas de las cuales continúan causando problemas a la iglesia.
Las primeras escuelas filosóficas griegas surgieron durante el siglo VI a. C. Varias de ellas buscaban comprender y explicar el origen y funcionamiento del universo a través de procesos naturales, en lugar de agencias sobrenaturales como los dioses, un enfoque que continúa hoy en día en el materialismo y el cientificismo modernos. A menudo, esos filósofos veían algunos elementos o fenómenos naturales como subyacentes a todo. Para Tales de Mileto era el agua. Para Diógenes de Apolonia era el aire, al que consideraba dotado de inteligencia. Heráclito de Éfeso consideraba que el elemento fundamental detrás de todo era el fuego, ya que todo cambia continuamente como lo hacen las llamas. La Escuela de Pitágoras enseñaba que los números o las matemáticas eran la clave del universo, porque parecía que toda relación de seres y actividades puede expresarse a través de números. Los eleáticos diferenciaban el conocimiento sensorial del racional, concluyendo que el primero simplemente captura la apariencia de las cosas, mientras que la razón sugiere la verdad detrás de ellas. Demócrito de Abdera enseñaba que el universo constaba de corpúsculos eternos e inmutables de diferentes formas y tamaños llamados átomos. Incluso el alma humana estaba formada por átomos.
El período de la filosofía clásica comenzó con las enseñanzas de Sócrates, Platón y Aristóteles. Aunque emplearon diferentes enfoques, un tema común entre ellos parece ser la búsqueda de Dios. Sócrates ensalzó la moral como el estándar de la virtud y afirmó que estaba asistido por un daimon, un ‘ser sobrenatural’, que le hablaba a su conciencia. Reconoció la validez de una ley no escrita detrás del universo y reconoció la existencia de una Mente Superior.
Platón enseñó la existencia de dos mundos: uno de las ideas y otro de los objetos materiales. En el mundo de las ideas, cuyo número es infinito, existe el concepto del Bien. Vio una conexión íntima entre la idea del Bien y un Dios inteligente. Aristóteles creía que filosofar era buscar el principio de las cosas. Todo lo que existe debe haber tenido una primera causa. La causa universal de todo lo que existe debe ser Dios.
Dos escuelas de pensamiento surgieron después del período clásico: el estoicismo y el epicureísmo. El estoicismo, que habría de tener el mayor impacto en el pensamiento cristiano, concluyó que debido a que la humanidad puede concebir la idea de que los dioses pueden existir (un concepto llamado «impresión cognitiva»), realmente deben existir. Así, el estoicismo puede reconocer la existencia de un Ser Supremo que se manifiesta en toda la naturaleza y que la cuida providencialmente. Todo lo que pasa en el universo es la voluntad de ese Ser. La felicidad humana consiste en la sumisión voluntaria al destino.
La idea de ser insensible ante los golpes del destino apareció especialmente con los elementos ascéticos en los primeros siglos de la historia de la iglesia. Desafortunadamente, esa idea, y especialmente el concepto de que la persona verdaderamente sabia puede ser autosuficiente, socavan el concepto cristiano de amor e interés por el bien de los demás. El epicureísmo, sin embargo, niega la existencia de seres sobrenaturales. El universo consiste solo en partículas materiales eternas. El propósito de la vida es la búsqueda prudente del placer. Naturalmente, tuvo poca influencia en el cristianismo.
El pensamiento helenístico continúa influyendo en la mente occidental moderna, especialmente en aquellos conceptos que se centran en el materialismo y el enfoque racionalista. Los elementos más teístas de la filosofía griega aún perduran en algunas formas de pensamiento y teología cristianos.
Dillon, “Philosophy”, Dictionary of New Testament Background, 793-796.