CREENCIAS Y ENSEÑANZAS

Las profecías de Daniel—Daniel 2

Dentro de las muchas fascinantes profecías del Antiguo Testamento, las del libro de Daniel destacan de muchas maneras. Aunque es verdad que al comienzo del Génesis el pueblo de Dios recibió la primera profecía mesiánica (Gén. 3: 15), más tarde expandida por detalles adicionales en el resto del canon hebreo (por ejemplo, en Isa. 7: 14; Miq. 5: 2), solo Daniel especifica la fecha en la que vendría el Mesías. Asimismo, las profecías apocalípticas de Daniel —diferentes del resto de las profecías clásicas de los demás profetas del Antiguo Testamento, cuyos oráculos a menudo abarcaron naciones extranjeras, pero se enfocaron fundamentalmente en Israel como nación escogida— son de alcance universal.

Daniel 2. Como un eco de la narrativa del sueño del faraón y la interpretación de José en Génesis 41 y 42, Daniel 2 presenta la historia de otro judío en una corte extranjera, que interpreta una revelación que Dios le da a un rey pagano. Después de que ninguno de los sabios de Babilonia lograra contarle al rey Nabucodonosor el sueño que le era imposible recordar, el rey los amenazó de muerte para asegurarse de que le dieran una interpretación correcta. Solo Daniel pudo revelarle el sueño y su interpretación. El rey había visto una gran imagen compuesta de varios metales que representaba los diversos imperios mundiales que seguirían uno detrás de otro, culminando en el establecimiento del reino de Dios.

Por ello, la cabeza de oro representaba el Reino de Babilonia (605-539 a. C.). El pecho y los brazos de plata representaban el Imperio de los medos y los persas (539-331 a. C.). El vientre y las piernas de bronce simbolizaban el Imperio greco-macedónico (331-168 a. C.) fundado por Alejandro Magno. Después le sucedió el Imperio romano (168 a. C.-476 d. C.). Las piernas de hierro de la imagen, con sus pies en parte de hierro y en parte de barro, anticiparon la fragmentación del Imperio romano en lo que llegarían a ser varias naciones modernas. Por último, cuando el rey vio que una gran piedra golpearía los pies de la imagen y la destruiría por completo, Dios habría de establecer su reino eterno y los reinos del mundo actual desaparecerían. Daniel 2 constituye el fundamento sobre el cual se edificaron y expandieron las demás profecías del libro.

Daniel 7. Este capítulo ilustra los imperios mundiales por medio del simbolismo de los animales salvajes. Es interesante que las decoraciones de la famosa puerta de Istar en Babilonia consistían de animales que representaban las deidades de ese reino. Daniel las habría visto con frecuencia. En Daniel 7, los animales son híbridos, dado que combinan características de más de una criatura. Allí, un león con alas de águila representa el Reino babilónico. La segunda bestia, que se parece a un oso, tiene cuatro costillas en su boca y se corresponde con el Imperio medo-persa. La tercera bestia, un leopardo de cuatro cabezas y cuatro alas como de pájaro, representa al Imperio griego, que se dividió en cuatro partes después de la muerte de Alejandro Magno. La cuarta bestia, que representa al Imperio romano y sus divisiones subsiguientes, era diferente de todas las demás. Tenía diez cuernos en la cabeza y, a medida que uno de ellos crecía, arrancó los otros tres cuernos.

Después de que Daniel describiera las bestias, introdujo a un Hijo de hombre, que marca un claro contraste con el «cuerno pequeño» y representa al Mesías. Al presentarse antes del Anciano de Días (Dios el Padre), el Hijo de hombre pronuncia juicio en favor de los santos del Altísimo. (Daniel 7 es el único lugar en todo el Antiguo Testamento en el que un profeta ve a más de un miembro de la Deidad en visión, afirmando así la pluralidad de las Personas que representan la Deidad [cf. Gén. 1: 26-27]). El cuerno pequeño, que en la profecía representa el poder político-religioso, persiguió a los santos del Altísimo por «tiempo, tiempos [una palabra hebrea que significa ‘dos veces’] y medio tiempo» (Dan. 7: 25). Esos son 1.260 días/años, que se extienden del año 538 al 1798 d. C. (Algo que siempre tenemos que recordar es que, en la Biblia, un día profético significa un año [véase Núm. 14: 34, Eze. 4: 6]. La visión en realidad está hablando de años en lugar de días literales). Por último, Dios ha inaugurado un juicio investigador desde 1844 y juzga ahora en favor de los santos. En otras palabras, el Señor tiene la última palabra, no los gobernantes de este mundo y, al final, los fieles recibirán el reino de Dios (Dan 7: 18, 22, 27).

Daniel 8. Este capítulo, diferente de las cadenas proféticas de Daniel 2 y 7 que describen cuatro imperios seguidos por el reino de Dios, se enfoca en solo tres de los cuatro. Asimismo, en lugar de animales salvajes híbridos —como aparecen en Daniel 7— usa animales ceremonialmente limpios, los empleados en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, específicamente los dos animales que aparecen en el ritual del día de la expiación. Es fundamental recordar que este capítulo sigue agregando lo que expresan los anteriores (Dan. 2; 7). Por ello, aunque en Daniel 8 ningún animal representa a Babilonia o Roma, ambos imperios son una parte integral de las profecías. El profeta recibe la profecía de Daniel 8 durante el tercer año del reinado del gobernante babilónico Belsasar (Daniel 8: 1) y el cuerno que se hace extremadamente grande en Daniel 8 se corresponde con la cuarta bestia con el cuerno pequeño en el capítulo 7, que representa a la Roma pagana y papal.

A diferencia de otras cadenas proféticas que no identifican los diversos reinos mundiales, con excepción de Babilonia en Daniel 2, Daniel 8 explica claramente quiénes son los animales descritos: el carnero y el macho cabrío representan a los medos y persas y al Reino de Grecia, respectivamente (Dan. 8:,20-21). La profecía culmina con los 2.300 «días» (Dan. 8: 13-14), al fin de los cuales el santuario celestial —allí donde habita Dios— será «purificado». Dado que el contexto inmediato de Daniel 9 —la profecía de las 70 semanas— representa un período que se refiere a semanas de años y no a días —es decir, a 490 años— en referencia a la aparición del Mesías, los 2.300 días también tienen que equivaler a 2.300 años.

Así es que la conexión integral tanto de las 70 semanas como de los 2.300 años tiene que indicar que comienzan al mismo tiempo, es decir, en el año 457 a. C. (Dan. 9: 25; véase a continuación). Asimismo, lo que Daniel 7 denomina el juicio, Daniel 8 lo describe como la purificación del santuario, lo que tiene pleno sentido a la luz del sistema de sacrificios descrito en el Pentateuco, que anticipaba una obra de purificación en el santuario celestial. Los mismos animales descritos en Daniel 8 eran sacrificados en el día de la expiación, es decir, el día del juicio, el día de purificación (Lev. 16: 5).

El siguiente gráfico nos da una imagen visual general de las conexiones proféticas de Daniel 2, 7 y 8:

Daniel 2 Daniel 7 Daniel 8
Cabeza de oro: Babilonia León: Babilonia

Babilonia implícita

(Rey Belsasar)

Pecho de plata

Medopersia

Oso

Medopersia

Carnero

Medopersia

Vientre y piernas de bronce

Grecia

Leopardo

Grecia

Macho cabrío

Grecia

Piernas de hierro

Roma

Bestia con diez cuernos

Roma

Cuerno pequeño (primera fase)

Roma papal

Pies de hierro y barro en diez partes

Roma fragmentada

Cuerno pequeño

Roma papal

Cuerno pequeño (segunda fase)

Roma papal
Juicio Purificación del santuario

Piedra

Reino de Dios
Reino de Dios

Daniel 9. En el contexto de la oración más larga del libro de Daniel, el profeta pide perdón no solo por sus pecados sino también por los de otras personas. Ora por una mejor comprensión de la visión de la profecía de los 2.300 días/años. Dios envía al ángel Gabriel para que dé los elementos necesarios, de manera que el profeta entienda «la visión» (heb. mareh) (Dan. 8: 16, 26; 9: 23), en especial en lo que respecta al comienzo de la profecía. Según Gabriel, Dios cortó/determinó 70 semanas del período más extenso de 2.300 años destinadas para la santa ciudad y el pueblo judío (Dan 9: 24-27). De esa manera, se afirma que comenzando con el decreto de restaurar la ciudad, el muro y el Templo de Jerusalén, la venida del Mesías se produciría en 69 semanas (7+62). Y durante la semana final del período de 70 semanas, el Mesías príncipe sería ungido en su comienzo, se le quitaría la vida a mitad de la semana (la última semana asignada específicamente a Israel) y un habrían un pacto con muchos confirmado al final del período. La historia confirma el cumplimiento exacto de esta extraordinaria profecía.

Tanto la profecía de los 2.300 días/años como las 70 semanas comenzaron en el año 457 a. C., cuando el rey Artajerjes I decretó la reconstrucción de Jerusalén y la restauración de su autoridad de gobierno, proveyendo así los medios para cumplir todos los aspectos de la profecía, lo que decretos previos de Ciro y Darío no habían logrado. Al final de las 69 semanas, es decir, 483 años después, el Mesías príncipe fue ungido en el año 27 d. C. Ese año, el Espíritu Santo ungió a Jesús en el momento de su bautismo (Mat. 3: 13-17; Hech. 10: 38). En medio de la última semana profética, el Mesías príncipe sería matado, es decir, en el año 31 d. C. Es el mismo año en el que Jesús fue crucificado por nuestros pecados, poniendo así fin al sistema de sacrificios del Antiguo Testamento que anticipaba la muerte del Mesías. Así es que, en la última semana de las setenta, Dios confirma el pacto con muchos, esparciendo el evangelio a todo el mundo. El Espíritu Santo desciende sobre la iglesia primitiva. En el año 34 d. C., al final de las setenta semanas, se produce el martirio de Esteban y Dios escoge a Saulo de Tarso para que sea apóstol a los gentiles.

El hecho de que la profecía de las setenta semanas, la primera sección del período profético más largo de 2.300 días/años, se cumpliera exactamente con la venida, ungimiento y muerte del Mesías, garantiza que lo que resta de la profecía, la purificación del santuario al final de los 2.300 años —es decir en 1844— también tendrá un cumplimiento exacto.

Doukhan, Secrets of Daniel: Wisdom and Dreams of a Jewish Prince in Exile.

Doukhan, Daniel: The Vision of the End.

Holm, Of Courtiers and Kings: The Biblical Daniel Narratives and Ancient Story-collections.

Stefanovic, Daniel: Wisdom for the Wise: Commentary on the Book of Daniel.