USOS Y COSTUMBRES
Una de las responsabilidades más importantes de cualquier gobernante del Próximo Oriente Antiguo era el de mantener el orden y la justicia dentro del reino. Los egipcios la llamaban maat, y los habitantes de Mesopotamia se referían a ella como la misharu shakanu, ‘establecer un orden justo o traer justicia’ en nombre del dios Shamash.
Durante el período bíblico, la antigua Mesopotamia rara vez codificó o escribió sus leyes. Las comunidades eran pequeñas y las personas aprendían las reglas que las gobernaban por medio de la asociación y la transferencia cultural. Los que crecían en la comunidad sabían cuáles eran las reglas y seguían el «derecho común». Un grupo de ancianos que escuchaba casos individuales y decía qué era lo mejor para las partes involucradas se ocupaba de las disputas. Esas decisiones, o «jurisprudencia», llegó a ser el fundamento de las reglas futuras que regían situaciones similares. Si una parte afectada no se sentía satisfecha con la decisión, podía apelar al gobernante o jefe que daba el veredicto final.
Los primeros códigos de leyes, que datan de entre los años 2400 y 1900 a. C. aparecieron en Sumeria. Como el lugar de nacimiento de la lengua escrita, Sumeria era una cultura sofisticada que llegó a ser un modelo para muchas civilizaciones posteriores. A medida que progresaba el tiempo y surgían disputas, los escribas redactaron las reglas que los gobernaban en una serie de prescripciones legales. Las Leyes de Urukagina (ca. 2350 a. C.), Ur-Nammu (ca. 2100 a. C.), y Lipt-Ishtar (ca. 1930 a. C.) buscaron establecer la armonía y la justicia en la región. Esas leyes procuraron eliminar la crueldad, el mal y la violencia, a la vez que protegían a las viudas, los huérfanos y los pobres de la codicia y corrupción de los individuos influyentes. Los ataques sexuales contra los ciudadanos y esclavos podían resultar en la pena de muerte y los delitos que producían lesiones corporales recibían una multa en plata en lugar de extraer una retribución física. Las nuevas leyes ayudaron a traer prosperidad a la región, así como también crearon un sistema uniforme de pesos y medidas, un centro de comercio estable, y un mercado seguro para los negocios.
Las culturas mesopotámicas posteriores como las de los acadios, los asirios y los babilonios adoptaron muchos de los principios legales establecidos en primer lugar por los sumerios. Las Leyes de Esnunna (ca. 1900), las Leyes Asirias Medias (1350 a. C.), y el Código de Hammurabi (ca. 1750) buscaron aclarar el derecho común al codificar los decretos reales. Al igual que con los sumerios, el rey siguió siendo responsable de administrar justicia y conservar el orden, pero en la práctica, delegaba las disputas civiles a autoridades menores. Las cortes mesopotámicas tenían pautas claras que gobernaban cómo decidir los casos. Las cortes tenían que establecer los hechos antes de comunicar el veredicto final. Podían citar a comparecer a los ciudadanos en calidad de testigos y, de ser necesario, las cortes tenían la autoridad legal de traer testigos de cualquier lugar del reino. Las autoridades requerían que los que testificaban tomaran un juramento ante el símbolo de un dios o en un templo para garantizar un testimonio honesto. Los documentos, por lo general en forma de pequeñas tabletas, eran examinados para tener un cuadro completo de los hechos. Los casos se llevaban a cabo en la puerta de la ciudad o en el atrio del Templo e incluían al público en el proceso legal. El consejo local de ancianos, la corte distrital o incluso el mismo rey podía pronunciar el veredicto después de una revisión del caso. Ellos anunciaban su decisión al público en general por medio de un heraldo que se situaba en la entrada del Templo y compartía las noticias. El alguacil, que tenía la autoridad de recuperar los bienes robados y administrar el castigo, hacía cumplir la sentencia. El rey, por lo general, juzgaba los casos de homicidio y un verdugo se ocupaba de aplicar la pena capital.
Los castigos para muchos delitos en la antigua Mesopotamia parecían muy duros y despiadados según los estándares modernos. Incluso las acciones no intencionales que resultaban en lesiones personales recibían castigos severos. Uno de los primeros conceptos legales hallados en Mesopotamia y en el Antiguo Testamento era el «derecho de represalia» o lex talionis. Esta regla tribal no escrita permitía que los que habían sufrido una lesión severa de la otra parte podían buscar la retribución o venganza. En una sociedad gobernada por un solo gobernante con autoridad absoluta, el «ojo por ojo y diente por diente» constituía una manera de llevar equilibrio a la comunidad y restaurar el orden. No obstante, si no se controlaba, esa retribución resultaba en reyertas familiares y conflictos armados. Podría llevar a la muerte de inocentes y la perturbación de la comunidad. Para prevenir una desintegración completa de la sociedad, el rey asignaba castigos duros a la mayoría de los delitos, porque si el castigo no era lo suficientemente severo o la justicia se hacía esperar de alguna manera, la familia de la víctima podía buscar una retribución más allá de la severidad del delito. La costumbre amorrea exigía un castigo rápido y severo para la parte culpable en igual medida al delito cometido.
Algunos estudiosos han notado la similitud entre los decretos legales mesopotámicos tales como el Código de Hammurabi o Ur-Nammu y leyes selectas que se encuentran en Éxodo y Levítico. La lex talionis mencionada más arriba aparece en Éxodo 21: 22-24: «Si algunos riñen y hieren a una mujer embarazada […] entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie […]» (véase también Lev. 24: 19-20 y Deut. 19: 21). También aparece en el Código de Hammurabi: «Si un hombre saca el ojo de otro hombre, se le sacará el ojo» (L196; véase también L197-210).
Aunque la práctica era común en el Próximo Oriente Antiguo, la diferencia más significativa entre el Antiguo Testamento y las leyes de la Mesopotamia se relacionan con la clase social. A diferencia de los decretos mesopotámicos, la Biblia no hace ninguna distinción de clases. Aunque un noble de Mesopotamia podría pagar solo una multa por una ofensa, un artesano podía ser condenado a muerte, o se le podía sacar un ojo por una acción similar. En el Antiguo Testamento, sin embargo, el castigo por un delito se aplicaba de igual manera a todos los niveles de la sociedad. Si alguien derramaba sangre accidentalmente, la persona podía huir al Templo o a una ciudad de refugio. Este precepto del Antiguo Testamento inicialmente buscó garantizar que todas las personas fueron tratadas de igual manera más allá de su clase, para así impedir que los poderosos se aprovecharan de los débiles.
En consecuencia, no es de sorprender que Jesús reinterpretara la tradición de la lex talionis de la venganza en un mensaje de amor, dado que el potencial de abuso que tenía era muy grande. Al instruir a su seguidores para que pusieran la otra mejilla (Mat. 5: 39), Cristo deshizo siglos de reyertas tribales y temor de retribución, liberando a los individuos de la responsabilidad de administrar justicia por mano propia y sin la conducción divina.
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