TIERRAS Y LUGARES
Durante la mayor parte de la historia de la iglesia primitiva, la ciudad de Éfeso desempeñó un papel crucial en el desarrollo de la iglesia cristiana. Tenía una gran comunidad judía y una sinagoga donde Pablo y otros abordaban a los judíos mediante debates teológicos sobre el verdadero Mesías. Además, contaba con una considerable comunidad cosmopolita con acceso a las rutas comerciales y a las rutas de navegación que permitía a los evangelistas cristianos difundir sus enseñanzas por toda la región. También tenía una comunidad cristiana alentadora comprometida con avanzar la predicación del evangelio en el mundo.
Éfeso estaba ubicada en la costa este de Anatolia, en la Turquía actual, aproximadamente a 65 kilómetros al sur de Izmir. En la Antigüedad, se encontraba en la desembocadura del río Caístro, que formaba un próspero puerto efesio. Sin embargo, siglos de sedimentación han llenado el puerto desde entonces y actualmente las ruinas antiguas se encuentran aproximadamente a 8 kilómetros de la costa actual.
La ciudad obtuvo su prosperidad a través de sus redes comerciales. Los barcos que viajaban a lo largo de la costa jónica se detenían con frecuencia en Éfeso para aprovisionar sus embarcaciones y adorar en el Artemision. Transportaban mercancías por todo el mar Mediterráneo y sus tripulaciones gastaban su dinero en burdeles, templos y negocios locales. Los comerciantes también traían bienes desde el interior a lo largo del Camino Real Persa que terminaba en la cercana Sardes. Darío el Grande había reconstruido el Camino Real Persa que recorría 2699 kilómetros desde Sardes hasta Susa y luego hasta Persépolis proporcionando un acceso fácil al Mediterráneo. Se tardaba noventa días en recorrer esta ruta a pie, pero el sistema postal la recorría en tan solo nueve días. El camino llevaba a la zona central persa y luego conectaba con la Ruta de la Seda, trayendo riquezas desde Asia hasta la costa jónica. Había guardias estacionados en los puestos establecidos a lo largo del camino que proporcionaban relevos, caballos descansados para los mensajeros, comida, agua y un lugar seguro para dormir. Estas fortalezas cerradas llamadas ‘caravasar’ servían tanto para los «carteros», que llevaban mensajes a lo largo de su ruta, como para alojar y proteger a los viajeros. Más tarde, los romanos mejoraron grandes secciones de la carretera agregando un bordillo fijo y una base de grava dura para hacerla menos vulnerable a las condiciones atmosféricas.
Los comerciantes griegos, deseosos de encontrar un puerto excelente a lo largo de la costa jónica y abrir una puerta hacia el interior de Anatolia, habían establecido la ciudad de Éfeso. Estrabón acredita que el príncipe ateniense Androclo fue el fundador inicial que creó el asentamiento griego cerca de la base del monte Pion (Panayir Dagi) entre 1100 y 1000 a. C. Los primeros habitantes, los léleges y carios, adoraban a la diosa de la fertilidad Cibeles. Los griegos equiparaban a la diosa con su propia Artemisa, fusionando las dos para formar a la Artemisa o Diana de los efesios.
Ya a mediados del siglo VI a. C., Creso, el rey de Lidia, había conquistado Éfeso y había trasladado la ciudad más cerca del río Caístro. También construyó un nuevo templo para Artemisa de los efesios llamado Artemision, pero los persas capturaron la ciudad en el año 547 a. C. Cuando Alejandro conquistó el Imperio persa, sus generales Lisímaco y Seleuco I tomaron el control de la ciudad. La trasladaron del terreno pantanoso a un terreno más alto, a su ubicación actual. Durante los dos siglos siguientes, Éfeso paso de las manos de los seléucidas, a las de los ptolomeos y a las del rey Pérgamo, hasta que finalmente fue conquistada por los romanos.
La ciudad alcanzó su apogeo durante el período romano y el bizantino cuando posiblemente la población llegó a superar la cifra de 200.000 personas que vivían dentro de sus murallas. Llegada la era cristiana, las dos razones principales del éxito económico de Éfeso habían desaparecido. El Artemision estaba abandonado y el puerto se había encenegado por completo. Los esfuerzos de dragar el puerto resultaron infructuosos y el intento de Adriano de desviar el río no consiguió devolver a Éfeso su antigua gloria. La ciudad entró en decadencia hasta mediados del siglo XV d. C. cuando los turcos otomanos la abandonaron por completo y la dejaron en ruinas.
El Nuevo Testamento menciona a Éfeso veinte veces como un lugar donde se estableció la comunidad cristiana primitiva y un sitio usado como base de operaciones para evangelizar el oeste de Anatolia. Pablo visitaba Éfeso a menudo y vivió allí durante al menos dos años, evangelizando las ciudades-estado de Asia Menor. También fue donde la iglesia nombró a Timoteo, Tíquico y Trófimo (1 Tim. 1: 3; 2 Tim. 4: 12; Hech. 21: 29) para llevar el evangelio por toda la región y donde, más tarde, Pablo ordenó a Timoteo como obispo de Éfeso. Durante su encarcelamiento en Roma escribió cartas a los efesios, compartiendo el mensaje de gracia, y una carta a Timoteo, animándolo a continuar su ministerio en Éfeso. También es donde alguno de los discípulos de Juan el Bautista se reunieron y oyeron el mensaje del evangelio por primera vez antes de ser bautizados por el Espíritu. Uno de los discípulos, Apolos, continuó su ministerio en Acaya y Corinto (Hech. 18: 24–19: 7).
Jesús se dirigió a la iglesia de Éfeso en el libro de Apocalipsis, primero elogiándola por su fidelidad ante la creciente persecución y falsas enseñanzas y luego reprendiéndola por dejar su «primer amor». También anima a la iglesia a arrepentirse y volver a la clase de obras que había hecho al escuchar por primera vez el mensaje del evangelio y fuera llena del Espíritu Santo (Apoc. 2: 1-7). Conforme a una tradición posterior, el apóstol Juan se mudó a Éfeso con María, la madre de Jesús, y vivió allí hasta que ella murió.
Cuando los romanos arrestaron a Juan, lo enviaron a Patmos, donde escribió el libro de Apocalipsis, incluyendo su mensaje a la iglesia de Éfeso. Tras su liberación de Patmos, regresó a Éfeso donde, según la tradición, escribió el Evangelio de Juan y las epístolas de Juan. Vivió una vida larga y finalmente fue enterrado allí. Los cristianos construyeron la Basílica de San Juan para conmemorar su vida y albergar su tumba.
Éfeso también fue un lugar donde los cristianos se enfrentaron a la persecución. El templo de Artemisa de los efesios era renombrado por su belleza y los residentes locales, principalmente sus artesanos, se enorgullecían de él y de su diosa. Cuando Pablo comenzó a predicar que los dioses hechos por las manos humanas no eran reales, incitó una revuelta. Una multitud atrapó a dos de los compañeros de Pablo y trató de matarlos hasta que un funcionario de la ciudad intervino. Otros cristianos no permitieron al apóstol ayudar a sus compañeros porque temían que acudir en su ayuda le acarrearía la muerte (Hech. 19: 26-35). Más tarde, en otro viaje, Pablo decidió no pasar por Éfeso, ya que tenía prisa por llegar a Jerusalén. Al seguir sin ser bienvenido en la ciudad, detenerse allí habría retrasado su viaje, sin duda (Hech. 20: 16). Pablo incluso menciona que batalló «en Éfeso contra fieras», quizá otra referencia a su persecución (1 Cor. 15: 32). La tradición también sostiene que Timoteo fue martirizado en Éfeso al predicar contra la idolatría.
Aunque la mayoría de los monumentos del Parque Arqueológico de Éfeso datan del siglo II a. C., el teatro mencionado en Hechos 19 permanece en pie. Probablemente tenía una capacidad aproximada de 25.000 personas cuando estalló el motín. Imagínese el sonido de tal multitud gritando al unísono: «¡Grande es Diana de los efesios!».
Cimok, A Guide to the Seven Churches.
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