PRÁCTICAS RELIGIOSAS

El sábado en el Antiguo TestamentoÉxodo 20

El término «sábado» probablemente deriva del verbo hebreo shbt, ‘parar, acabar, terminar’ y hace referencia al último día de la semana de siete días, el único que lleva un nombre en las Escrituras. El antiguo Israel utilizaba números para referirse a los demás días de la semana.

Desde el siglo XIX, los descubrimientos arqueológicos han revelado un patrón de siete días en las fuentes escritas mesopotámicas. Sin embargo, las prácticas mesopotámicas involucraban principalmente eventos astrales rituales y mitológicos nada parecidos al sábado bíblico. La observancia bíblica era un aspecto fundamental de la vida de la gente común. Además, los eruditos han abandonado el concepto de que el sábado tuvo su origen en algún otro día religioso, en particular en el shapattu (‘un día de maldad’) babilónico. Más bien las Escrituras claramente remontan el sábado al día en el que Dios descansó después de los seis días de la Creación (Gén. 2: 1-3), una realidad confirmada por una de las leyes del decálogo (Éxo. 20: 8-11) que se refiere al sábado de la creación explícitamente. El Pentateuco habla del sábado frecuentemente (i.e., Gén. 2: 2-3; Éxo. 20: 8-11; 23: 12; 31: 12-17; 34: 21; 35: 1-3; Lev. 19: 3; 23: 1-3; 26: 2; Deut. 5: 12-15). Transgredir la ley del sábado podía tener como consecuencia la pena de muerte (Éxo. 31: 14-15; 35: 2). Debido a la importancia del sábado, las Escrituras definieron las estipulaciones de esa ley (Éxo. 35: 3; Núm. 15: 32-36; Isa. 58: 13; Jer. 17: 21-27; Neh. 10: 33; 13: 15-22).

El sábado tiene vastas implicaciones teológicas. Así como Dios descansó ese día, la humanidad también debe seguir su ejemplo y usar el sábado como un tiempo de descanso físico de todo trabajo. Según Amós 8: 5, las Escrituras prohíben cualquier transacción comercial durante el sábado. Números 28: 9-10 indica que el sábado semanal también era un día en el que la gente debía ofrecer sacrificios.

Algunas personas en Israel consideraban que el sábado era un día favorable para buscar el consejo de un vidente o profeta (2 Rey. 4: 23). Más significativo aún, podía ser una ocasión para hacer algo que involucraba la lealtad del pueblo a Dios. Por ejemplo, Joiada organizó su revuelta contra la tiranía pagana de la reina Atalía durante el sábado (2 Rey. 11: 5-9). Observamos la alusión de 2 Reyes 11 a la presentación del decálogo en el monte Sinaí con su afirmación del sábado. Ambas narrativas, la del monte Sinaí y la de la revuelta de Joiada, contienen los temas del pacto (cf. Éxo. 19: 5 con 2 Rey. 11: 4, 12, 17), la evitación de cualquier transgresión de lo sagrado: espacios (cf. Éxo. 19: 12-13 con 2 Rey. 11: 7-8, 15, 18), personas (Dios [Éxo. 19: 21-24] y el rey ungido Joás [2 Rey. 11: 8, 11-12]) y el sonido de la bocina (cf. Éxo. 19: 13; 20: 18 con 2 Rey. 11: 14), una señal bíblica de la presencia o actividad divina. De esta manera, 2 Reyes 11 capta el significado profundo de la confirmación del sábado por parte de Dios, que tiene su origen en la semana de la Creación y en el monte Sinaí y lo usa para subrayar la importancia del rechazo de Judá de la idolatría introducida por la reina pagana Atalía y también la del regreso del pueblo al pacto con Dios. 

Durante el exilio, el pueblo de Israel llegó a ver el sábado especialmente necesario, como un símbolo del pacto entre Dios e Israel (Eze. 20: 12, 20; cf. Éxo. 31: 13, 17), algo que diferenciaba a la nación de sus vecinos y la llamaba a una responsabilidad especial para con las demás naciones (Gén. 12: 3). Israel tenía un solo Dios a quien reconocía y adoraba especialmente en el día que él había asignado para la humanidad desde el principio (Gén. 2: 2-3; Éxo. 20: 11).

El día divino de reposo fue instituido para que el pueblo de Dios participara en el descanso de Dios durante ese día. Dado que Dios descansó de sus obras de creación en el séptimo día, santificó y bendijo este día (Gén. 2: 2-3) e instruyó a su pueblo que lo santificara (Éxo. 20: 11; 31: 17). Esto significa que el sábado debería observarse de manera completamente distinta a los demás días de la semana. El sábado nos recuerda que Dios quiere santificarnos (Eze. 20: 12). Su pueblo no debe vivir por sus propios esfuerzos, sino por la gracia y el poder de Dios, así como Israel fue liberado de Egipto (Deut. 5: 12-17), algo que la nación no podría haber logrado por sí misma. El sábado declara que toda salvación solo puede venir de Dios.

Además, el sábado está destinado a ser un día alegre en el que nos deleitemos en el Señor, porque nos abstenemos de hacer nuestra propia «voluntad». No santificar el sábado significaba rechazar el pacto que Dios había instituido con su pueblo Israel (Isa. 58: 13-14). Sin embargo, el sábado también sería reconocido por muchas personas de otras naciones. El sábado señala el hecho de que Dios creó a toda la humanidad y, en el día instituido por él Dios invita a toda la humanidad a adorar en su casa. Es una «casa de oración para todos los pueblos» para adorar y experimentar el gozo que el Señor desea para nosotros (Isa. 56: 2-8). El sábado también será una parte fundamental en el nuevo mundo que Dios nos ha prometido tantas veces a través de sus profetas (Isa. 66: 22-23).

Strand, The Sabbath in Scripture and History.

Hasel, “Sabbath”, The Anchor Bible Dictionary.