VIDA COTIDIANA
El matrimonio es la institución social y religiosa mediante la cual un hombre y una mujer se unen para formar una familia, en muchas culturas también se realiza un compromiso público de apoyo mutuo. Dios estableció el patrón original para el matrimonio en el jardín del Edén cuando formó al hombre y de una de las costillas de este formó a una mujer que iba a ser su compañera de vida. Esto está expresado en las hermosas palabras de Génesis 2: 24: «Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne».
Sin embargo, la humanidad no ha guardado este ideal durante gran parte de su historia. Génesis 4: 19 menciona la poligamia por primera vez cuando Lamec, un descendiente de Caín, tomó dos esposas. Si bien Génesis 4 no rechaza directamente esta práctica, resulta claro que Lamec no es en absoluto un modelo a seguir (Gén. 4: 23-24). Otras uniones polígamas descritas en las Escrituras generalmente llevaron a gran sufrimiento y problemas (Abraham, Sara y Agar [Gén. 16, 21]; Jacob, Lea y Raquel [Gén 29, 30]; David y sus esposas [2 Sam. 6, 11]; también Salomón y sus esposas [1 Rey. 11]) lo que ilustra de manera clara que no se ajustan al ideal.
Las Escrituras rechazan constantemente la unión homosexual. Sodoma y Gomorra perecieron por causa de este y de otros pecados (Gén. 19; Jud. 7). El Pentateuco requería que la unión homosexual fuera castigada con la muerte (Lev. 18: 22; 20: 13). El Nuevo Testamento también condena este comportamiento sexual y nunca acepta el matrimonio homosexual (Rom. 1; 1 Cor. 6: 9-10).
Los documentos del Próximo Oriente Antiguo registran numerosos paralelos con las prácticas matrimoniales descritas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, pero también se presentan variaciones. Generalmente, los padres concertaban los matrimonios, como vemos en varios relatos del Antiguo Testamento, pero esta costumbre no formaba parte de la ley del Pentateuco, ni todos los relatos matrimoniales ilustran esta tradición. La participación de los padres en la elección del cónyuge probablemente estuviera vinculada no solo con el espíritu patriarcal de la época, sino también con el hecho de que la sociedad contraía muchos matrimonios a edades tempranas: 12-14 años para las niñas, 14-18 para los niños.
El levirato es un tipo de matrimonio en el cual la viuda de un hombre sin hijos era tomada en matrimonio por un hermano o pariente cercano del difunto. Y se practicaba no solo en Israel sino también en Ugarit, Asiria y el reino hitita. El propósito de esta forma de matrimonio, que no solo suena extraño, sino casi incestuosa para el oído moderno, era producir un hijo para que el difunto mantuviera la tierra dentro del mismo clan tribal en lugar de pasarla a otro grupo (Deut. 25: 5-10). La pregunta sobre la resurrección que los saduceos le hicieron a Jesús podría sugerir que la costumbre siguió siendo aceptada en su época, al menos teóricamente (Mat. 22: 23-33; Mar. 12: 18-27; Luc. 20: 27-40). Debido a que esta práctica formaba parte del código legal de Israel como nación, no tiene aplicación para los cristianos de hoy en día.
La promiscuidad sexual, constantemente reprendida y rechazada en las Escrituras como pecado, ha sido un problema común a lo largo de la historia humana. En una cita atribuida a un escritor griego del siglo IV a. C., Pseudo-Demóstenes, se afirma que: «A las amantes las tenemos por placer, a las concubinas por el cuidado diario de nuestras personas, pero a las esposas para tener hijos legítimos y ser fieles guardianes de nuestra casa» (Contra Neera, 122). Si bien una esposa engendraba herederos legítimos, la promiscuidad de su marido depreciaba su relación y su autoestima.
En cambio, la enseñanza bíblica sobre las familias enfatiza una vida de pureza moral (Éxo. 20: 14; 1 Tes. 4: 3). Se instruye a la esposa a respetar a su esposo y someterse a su liderazgo piadoso, mientras que al esposo se le instruye a amar y a apreciar a su esposa (Efe. 5: 21-33). Los padres deben tratar a sus hijos con ternura y disciplina amorosa y sus hijos deben honrar y obedecer a sus padres (Efe. 6: 1-4). Siguiendo estos consejos bíblicos para el matrimonio, el hogar puede ser un lugar de la presencia de Dios y del amor y donde otros pueden ser influenciados positivamente para la eternidad. El apóstol Pablo enfatiza que Cristo es el modelo para todos los miembros de la familia. Aunque nuestro Señor nunca se casó, su vida de sacrificio por los demás (Mar. 10: 45; Juan 13: 1-15) marca el camino que los seres humanos deben seguir para un matrimonio próspero en contraste con los comportamientos promovidos por el mundo.
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