PRÁCTICAS RELIGIOSAS

Sinagogas—Lucas 4: 16

En los tiempos de Jesús, el judaísmo tenía dos instituciones contrastantes alrededor de las cuales giraba la vida religiosa de las personas: el templo de Jerusalén y la sinagoga de la comunidad local. El judaísmo sobrevivió a la destrucción del Templo en el año 70 d. C., en gran parte porque todavía tenía las sinagogas. Estos centros comunitarios tenían varias funciones, no estaban destinados solamente para el culto colectivo y contrastaban con el Templo de varias maneras. Según Deuteronomio 12: 1-14, la nación solo podía tener un templo legítimo, pero el pueblo podía establecer sinagogas donde hubiera diez hombres judíos adultos, el número necesario para formar un quorum (minyan). El sacerdocio hereditario de la tribu de Leví gobernaba el Templo, pero líderes locales pertenecientes a cualquier tribu podían liderar una sinagoga. Únicamente los sacerdotes podían entrar al Lugar santo y al patio interior del Templo, pero las sinagogas estaban abiertas para todo el mundo, incluso para los gentiles interesados. El culto en el Templo giraba en torno a los sacrificios que solo podían ofrecerse allí, pero la adoración en las sinagogas se centraba en la lectura de las Escrituras y los sacrificios no estaban permitidos.

La palabra griega synagogē significa literalmente ‘grupo de personas reunidas’, pero antes de la época de Jesús, comúnmente hacía referencia al edificio donde tenía lugar la asamblea. Era la traducción de la palabra hebrea beit kennesset, ‘casa de reunión’. A veces el edificio se llamaba proseuchē, ‘un lugar de oración’. Siempre era la estructura más prominente de un pueblo judío. Incluso en las ciudades gentiles, las sinagogas eran impresionantes, generalmente. Los arqueólogos han encontrado ruinas de sinagogas no solo en Palestina, sino en todo el antiguo territorio del Imperio romano. Entre los hallazgos más importantes se encuentra la sinagoga de Sardis, que podía acomodar a 1.000 personas, la de Dura-Europas, con sus paredes cubiertas de frescos de escenas bíblicas, y la de Priene, en Jonia. La de la isla de Delos, como las de Dura Europos y Pirene, eran casas modificadas y renovadas. Incluso en lugares donde las ruinas de los edificios en sí ya no existen, las inscripciones se han conservado, como por ejemplo el dintel de una puerta con las palabras «Sinagoga de los judíos». Los hallazgos indican una sinagoga en Egipto que data del siglo III a. C. Se han encontrado más de 300 inscripciones pertenecientes a sinagogas de la diáspora.

En Israel, varias sinagogas datan del período del Segundo Templo: en Gamala, Masada, Herodión y un descubrimiento más reciente en Magdala. Es probable que Jesús incluso hubiera asistido a la de Magdala. La sinagoga de piedra caliza blanca de Capernaúm atrae a muchos turistas a Israel. Aunque el hermoso edificio data, probablemente, del siglo IV, se erigió sobre los cimientos de una sinagoga anterior de basalto negro, sin duda, la sinagoga en la Jesús enseñó (Mar. 1: 21). Aunque los arqueólogos han encontrado muchas sinagogas que datan de siglos posteriores, es difícil decir si sus características reflejan los rasgos de las sinagogas primitivas que no se han conservado. No presentan una planta estándar y no siempre están orientadas en la misma dirección, a pesar de que la gente siempre rezaba de cara a Jerusalén.

Después de la destrucción del año 70 d. C., los constructores de sinagogas introdujeron algunas características que recuerdan al templo. La sala de asambleas tenía una plataforma, el bimah, desde donde se leía y se hablaba. En un momento dado, las sinagogas comenzaron a tener un sagrario para guardar los pergaminos de la Torá, pero durante la época de Jesús, los pergaminos se traían a la sala para el culto, pero no se guardaban allí. Algunas sinagogas tenían una cátedra de mármol desde la cual el líder exponía la Torá (véase Mat. 23: 2). Obras de arte de diversos tipos embellecían el interior y la menorá era el motivo más común. Una característica curiosa de varias sinagogas palestinas (por ejemplo, la de Beit Alfa) era un pavimento mosaico que representaba el sol y los signos zodíacos.

Nadie sabe cuándo se originaron las sinagogas. El Antiguo Testamento no las menciona (salvo en una declaración enigmática en el Salmo 74: 8). La suposición más pertinente es que surgieron durante el exilio o poco después y sirvieron a las comunidades judías de muchas maneras, ya que podían albergar una sala de lectura y una escuela o facilitar el espacio para la reunión de una asamblea pública o un tribunal de justicia, además de servir como un lugar habitual para la adoración del sábado y para las oraciones y el estudio comunes que tenían lugar los lunes y los jueves, los días en los que los fariseos ayunaban (cf. Luc. 18: 12).

El servicio de la sinagoga constaba de tres partes principales (cf. Megillah 4). Primero se recitaba el Shemá, las palabras de Deuteronomio 6: 4-9, 11: 13-21 y Números 15: 37-41. Algunos indicios sugieren que el Shemá originalmente también incluía el decálogo, pero este se abandonó a finales del siglo I. El Talmud de Jerusalén dice: «Solía ser apropiado recitar los Diez Mandamientos todos los días. ¿Por qué entonces ahora no se recitan? Debido a la afirmación de los Mínimos [herejes]: para que no digan, “Solo estos fueron dados a Moisés en el Sinaí”» (Berachoth 1, 3c; cf. Tamid 5: 1).

La segunda parte era la ‘Amidah, la oración de pie, también llamada Shemoneh ‘Esreh, o ‘dieciocho bendiciones’. La congregación permanecía de pie mirando hacia Jerusalén, mientras un líder repetía dieciocho oraciones cortas (siete durante el sábado) con respuestas por parte de la congregación.

La tercera parte era la lectura y exposición de las Escrituras. En la época de Jesús, en Israel, los líderes de la sinagoga leían públicamente los cinco libros de Moisés cada tres años, pero más tarde, adoptaron la práctica de los judíos babilonios de leerlos anualmente. Cada sección que se leía estaba seguida de una traducción oral al arameo, llamada targum, ya que mucha de la gente común de la congregación no entendía el hebreo. En la diáspora, la traducción se hacía, sin duda, al griego. Luego seguía una lectura de fragmentos seleccionados de los Profetas. Si un maestro estaba presente, este pronunciaba un sermón basado en la lectura del día. La costumbre era ponerse de pie al leer y sentarse al predicar (Luc. 4: 16, 20). Si había un sacerdote en la asamblea, este concluía el servicio con una bendición sobre el pueblo (cf. Núm. 6: 24-26). En caso contrario, un laico hacía una oración de clausura.

El servicio de la sinagoga judía fue precedente del culto colectivo cristiano y musulmán, al igual que el edificio de la sinagoga precedió el de las iglesias y las mezquitas. El concepto era algo nuevo para la historia de la religión. Nunca antes había habido un culto colectivo semanal regular. Fue el lugar en el que Jesús dio gran parte de sus enseñanzas. Asimismo, Pablo siempre comenzaba a predicar primero en la sinagoga local en todos los lugares a los que viajaba. La sinagoga fue lo que conservó el judaísmo, pero también, en el plan de Dios, fue el semillero donde se plantó el evangelio por primera vez.