USOS Y COSTUMBRES
El antiguo mundo mediterráneo (e incluso muchas culturas en la actualidad) estaba obsesionado con el honor y la deshonra. El honor era un valor fundamental en el mundo bíblico. Las Escrituras están llenas de historias de individuos que buscan el honor y tratan de evitar la deshonra. Pero para complicar la búsqueda del honor, los antiguos consideraban que todo en el mundo era finito. Por ejemplo, solo existía cierta cantidad de tierra (y la riqueza que proporcionaba). Para conseguir más, había que quitársela a otra persona. Y ese principio también se aplicaba al honor.
El honor era un conocimiento público de la dignidad o el valor social de un individuo. Se podría considerar como el estatus que la gente reivindicaba en la comunidad y el reconocimiento que otros hacían de esa reivindicación. Definía las maneras en las que podía interactuar con aquellos que estaban por encima, al mismo nivel o por debajo de su posición social asumida.
La gente obtenía el honor de dos maneras: adscrita o adquirida. El honor adscrito o atribuido representaba el reconocimiento social que uno recibía de la familia en la que nacía. Sin embargo, el honor adquirido podía ganarse u obtenerse mediante lo que podríamos denominar «duelos de honor».
Sin embargo, la sociedad antigua consideraba que la reserva de honor era finita o limitada. La única forma de obtener más honor era quitándoselo a otra persona. Por lo tanto, los individuos se desafiaban constantemente para conseguir un honor adicional o para proteger lo que creían que ya tenían.
Tales desafíos podían ser positivos o negativos. Darle a alguien un regalo o hacerle un cumplido era un desafío positivo que exigía un obsequio o un cumplido a cambio, equilibrando así el intercambio. Los regalos siempre debían devolverse de alguna manera. El mundo bíblico consideraba incluso que los regalos que una novia recibía eran tan solo un préstamo que podía devolverse.
Un insulto era un ejemplo de desafío negativo. Para evitar la pérdida de honor, la persona insultada debía contestar de alguna manera. La enseñanza del Nuevo Testamento es ignorar o aceptar los insultos y la persecución, algo difícil de cumplir en un mundo que exigía que la gente siempre defendiera su honor. A menudo, el honor determinaba quiénes podrían ser posibles cónyuges. Otras veces, el honor determinaba dónde podía vivir alguien, con quién podía hacer negocios, qué función religiosa podía cumplir o a qué eventos sociales podía asistir. Si alguien no vengaba incluso el más pequeño de los desprecios o daños percibidos, perdía el honor permanentemente y podía quedar perjudicado para el resto de su vida. Pero no solo el propio individuo perdía el honor, sino también su familia, lo cual lo llevaba a proteger aún más su honor.
Como ya se ha señalado, las mujeres no tenían que preocuparse por el honor, excepto en un área: la pureza sexual. Estaban más preocupadas por la deshonra; es decir, siempre debían tener una sensibilidad por el honor de sus parientes y familiares varones. Siempre debían protegerlo evitando cualquier cosa que deshonrara a la familia. Un hombre podía recuperar el honor, pero una mujer que había perdido su honor sexual nunca podía recuperarlo.
En su anhelo de ganar o proteger su honor, los hombres tenían que estar siempre alerta en público. (El honor nunca podía ganarse en privado). Tenían que ser conscientes de casi cualquier palabra, gesto o acción que otros pudieran interpretar como menoscabo de su honor. Si se sentían desafiados, tenían que responder a un nivel igual o (preferiblemente) un nivel superior. De lo contrario, creían que perderían el honor.
Sin embargo, solo se podía desafiar el honor de alguien de igual estatus social. Por lo tanto, no podía tener éxito en un duelo de honor con un individuo de un nivel social superior y no ganaba nada al enfrentarse a alguien de un estatus inferior.
Los fariseos desafiaban a Jesús constantemente, intentando quitarle el honor. Lo que en un principio parecía ser tan solo una pregunta teológica por su parte era, al mismo tiempo, un intento directo de reducir su estatus público y su honor. Intentaban desacreditarlo y, de esta manera, deshonrarlo ante los ojos de la gente (por ejemplo, véase Mat. 12). Pero para ellos desafiarlo significaba considerarlo su igual social (a pesar de las referencias a él como el hijo de un carpintero [Mar. 6: 3], un nivel socioeconómico inferior al de un líder religioso). Sin embargo, Jesús les volvía las tornas en cada ocasión. En cambio, desde su perspectiva, ellos perdían el honor, lo cual los dejaba frustrados y cada vez más desesperados, dándoles un motivo más para planear su muerte.
Malina y Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Synoptic Gospels.