VIDA COTIDIANA

La educación en el mundo bíblico—Proverbios 1

La palabra ‘educación’ es un término relativamente moderno que no aparece en el Antiguo Testamento. No obstante, las Escrituras contienen abundante información sobre este concepto y su literatura sapiencial está llena de referencias al proceso de educación. La palabra hebrea que más se asocia con la palabra «educación» es hanak, que significa ‘instruir’ y se encuentra en Proverbios 22: 6: «Instruye al niño». El primer libro de Samuel 12: 23 utiliza un término relacionado (‘enseñar’, NVI): «Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto».

Otros términos también reflejan varios aspectos de la educación como «castigo», «corregir», «amonestar», «enseñar» e «instruir» (Prov. 1: 2, 13: 24; Ecl. 12: 12; Isa. 28: 26); «conocimiento», «inteligencia» o «discernimiento» (Prov. 9: 10; 2: 3, NVI); «maestros» (Prov. 5: 13, NVI); «sabios» (Prov. 15: 7); «discípulos» (Isa. 8: 16); «hijos» cuando se asocia con la acción de enseñar (Sal. 34: 11). Además, la palabra hebrea musar (que significa ‘disciplinar, corregir o castigar’) está relacionada con la educación y aparece cinco veces en Job, treinta veces en Proverbios, treinta y seis veces en Eclesiastés, cinco veces en el Libro de la Sabiduría de Salomón y ocho veces en Jeremías.

En su mayor parte, la educación se llevaba a cabo en el hogar y en la comunidad inmediata. Los padres enseñaban a sus hijos las destrezas que necesitarían para sobrevivir. Los chicos aprendían la agricultura y la ganadería o aquellas habilidades que emplearían en diversos oficios, como la carpintería y la cerámica. Las chicas adquirían los conceptos básicos de cocinar, tejer, coser y cuidar a los niños. Sobre todo, los jóvenes veían una demostración diaria en el tipo de sabiduría que debían tener para vivir una vida digna, la sabiduría, el conocimiento y el entendimiento enfatizados constantemente en el libro de Proverbios. La forma más crucial de la educación era el aprendizaje de la autodisciplina.

No obstante, algunos recibían una educación más formal. Es bien sabido que la antigua Mesopotamia y Egipto tenían sistemas educativos organizados diseñados para preparar a los individuos a convertirse en escribas o funcionarios públicos. La arqueología ha determinado que naciones como el Canaán pre-israelita y el antiguo Israel tenían alguna forma de instrucción educativa.

Una óstraca, perteneciente a la segunda mitad del siglo X (el período del Primer Templo) y encontrado en Tel Zait, contiene un abecedario y ejercicios para alumnos, lo cual indica que la escritura estaba presente en las pequeñas ciudades y en las fortalezas durante la monarquía israelita. Muchos académicos asumen que la inscripción del Calendario de Gezer que pertenece aproximadamente al mismo período (ca. 925 a. C.) era la tablilla de escribir de un escolar. El hecho de que describa los meses del año agrícola palestino sugiere que algunos campesinos también sabían leer y escribir.

Los sellos y las impresiones de sello de finales del siglo VII hasta principios del siglo VI a. C., antes de la destrucción de Jerusalén, como el de un anillo de Hanán, hijo de un sacerdote, y una impresión de sello perteneciente a su hermano, el sacerdote Azarías, así como el sello del escriba de Jeremías, Baruc, todos indican la habilidad de los individuos de firmar documentos oficiales. Una inscripción descubierta recientemente en Khirbet Qeiyafa, posiblemente la inscripción hebrea más antigua que se ha encontrado hasta ahora, demuestra que la alfabetización existía incluso en las fronteras de Israel, lejos de Jerusalén. Las cartas de Laquis, que registran los turbulentos acontecimientos descritos por el profeta Jeremías durante los últimos días del reino de Judá, también indican el uso de la escritura en los asuntos cotidianos. Los manuscritos del mar Muerto demuestran claramente la importancia continua de copiar y conservar los textos bíblicos. El historiador judío Josefo menciona su educación y también indica que tenía tal conocimiento de la Torá que los sumos sacerdotes y los hombres de Jerusalén acudían a él para pedirle consejo sobre su interpretación y sobre las prácticas judías.

Además de estos descubrimientos arqueológicos, el Antiguo Testamento indica que los individuos especialmente instruidos sabían leer, escribir y llevar a cabo mediciones de la tierra (Jos. 18: 6). Los escribas son mencionados a menudo en la Biblia (1 Crón. 24: 6; 2 Crón. 26: 11; 34: 13), incluyendo a Baruc (Jer. 36: 26) y a Esdras, quien era un escriba experto en la ley de Moisés (Esd. 7: 6, 11; Neh. 8: 4, 9, 13) y un maestro oficial en Israel.

La educación de los niños, como se describe en el Antiguo Testamento, era un deber religioso. Generalmente, se trataba de una actividad informal centrada en la unidad familiar donde los padres asumían la responsabilidad principal de instruir a sus hijos (Deut. 6: 7; Prov. 1: 8; 4: 4; 13: 1). Lo hacían principalmente a través del percepto y del ejemplo personal, algo que debía comenzar desde el nacimiento (Sal. 22: 9). De esta manera, la enseñanza oral, a la que alude el libro de Proverbios, era indispensable. Al participar en las actividades del hogar, en los sábados semanales, en los rituales y en las actividades festivas especiales y también en los peregrinajes, los niños aprendían sobre la historia, la moral y el Dios de Israel (Éxo. 10: 2; 13: 8; Deut. 4: 9; 32: 7). La importancia de la educación en el hogar nunca disminuyó (Deut. 6: 1-9), ni siquiera después de que Israel introdujera centros de culto y escuelas. Estos últimos servían para apoyar los esfuerzos parentales y no eliminaban su responsabilidad.

Varios factores afectaban la educación en Israel. Los cambios políticos, así como la influencia de las naciones circundantes, como Egipto, Siria, Mesopotamia y Grecia, tenían un impacto sobre cómo se educaba a los niños. Además, no se debería asumir que se trataba de la misma educación en todos los estratos sociales, sino que variaba de las ciudades a las aldeas rurales y cambió a lo largo de la historia a medida que surgía la necesidad de cambio. Sin embargo, a pesar de los cambios y de las influencias externas, la Biblia siguió siendo el plan de estudios principal para la enseñanza, ya que los proprios maestros habían escrito algunas de sus secciones más importantes. Su propósito y su énfasis general no solo consistía en transmitir la herencia religiosa (Rom. 15: 4; 2 Tim. 3: 16), sino principalmente en educar, corregir e instruir a los niños (Deut. 6: 7) en el conocimiento de Dios y de su ley.

Cuando Israel llegó a establecer instituciones educativas formales, a ellas asistían principalmente los chicos, probablemente a partir de los 5 o 6 años (1 Sam. 1: 24; Isa. 28: 9-10). Las chicas también adquirían conocimiento en las Escrituras, pero generalmente eran instruidas en casa y luego se casaban a una edad temprana. Debido a que la mayoría de los padres necesitaban la ayuda de sus hijos en las tareas del hogar, muchos no podían permitirse recibir más que una educación primaria.

In later, postbiblical periods of Jewish history, schools offered three levels of education: elementary education or Miqra (study of Scripture), secondary education or Mishnah (compilation of oral instructions or oral study), and higher education or Talmud (teachings of Jewish scholars) or Midrash (study of law, especially the analysis and exegesis of the text of the law). Children began studying Torah at age 5, the Mishnah at age 10, and the “Gemara” (commentary) at age 15.

Más tarde, en los períodos posbíblicos de la historia judía, las escuelas ofrecían tres niveles de educación: educación primaria o Miqra (estudio de las Escrituras), educación secundaria o Mishná (compilación de instrucciones orales o estudio oral) y educación superior o Talmud (enseñanzas en los eruditos judíos) o Midrash (estudio de la ley, especialmente el análisis y la exégesis del texto de la ley). Los niños empezaban a estudiar la Torá a los 5 años, la Mishná a los 10 y la Guemará (comentario) a los 15.

El maestro más reconocido de Israel fue Moisés, quien había sido instruido por Dios mismo (Deut. 4: 5). El sacerdote y el escriba del siglo V a. C., Esdras, instituyó lecturas públicas regularse de la Torá durante los días de mercado (Neh. 8: 1-12). Simón ben Shetach (75 a. C.) decretó que todos los jóvenes entre 16 y 17 años debían recibir una educación formal de maestros designados, pero solo en Jerusalén. Josué ben Gamala (falleció en 69 d. C.) estableció la educación primaria para chicos a partir de los 6 años y exigió que se nombraran maestros en todas partes. Hilel (un líder farisaico que enseñó durante el siglo I d. C.) y Shamai fundaron escuelas de aprendizaje.

La memorización y la repetición sirvió como el medio principal de aprendizaje (Deut. 6: 7-9). El objetivo era no olvidar jamás el pacto de Dios y el propósito general constaba en la formación del carácter, un proceso que duraba toda la vida. La instrucción giraba en torno a la ley de Dios, a la conducta práctica de la vida diaria, al respeto por los demás y cómo llevarse bien con ellos y a alcanzar la sabiduría (Prov. 1: 2-4; Sal. 111: 10), lo cual significaba vivir una vida en la que se amaba al prójimo y a Dios.

Pero quizá uno de los enfoques más críticos de la educación era la orientación. Un filósofo o rabino reunía a un grupo de seguidores y dedicaba tiempo a instruirlos y a demostrarles cómo las creencias que compartían moldearían sus vidas. Jesús lo hizo cuando llamó a sus discípulos y, durante los tres años siguientes, les demostró mediante el ejemplo constante cómo ellos como «aprendices» (mathētaί) debían considerar que el «aprendizaje» (manthanõ) que él les ofrecía era una parte fundamental para seguirlo (Mat. 11: 28-30). Jesús fue el maestro más excepcional que ha existido.

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