VIDA COTIDIANA

El vino de la Biblia—Proverbios 20: 1

La Biblia presenta el vino como parte de la vida diaria y como símbolo religioso de la sangre redentora, que es un importante tema bíblico. Una comprensión de la viticultura y un aprecio de la amplia y profunda importancia del vino para la sociedad antigua nos ayudará a apreciar su significación espiritual y práctica en el mundo bíblico.

El hecho de que el tema del vino aparezca a lo largo de las Escrituras con una amplia variedad de usos, que van desde una feliz metáfora bíblica (junto con el grano y el aceite) para describir el éxito económico y político (por ejemplo, en 2 Crón. 2: 10, 15) a un símbolo de celebración real (por ejemplo, en Est. 5: 6; 7: 2, 7-8), indica su singular importancia para los pueblos de los tiempos bíblicos. Otras imágenes bíblicas, por ejemplo, el vino como agente y expresión de la ira perfecta de Dios (Apoc. 14: 9-10; 16: 19), ilustran un aspecto más siniestro del tema del vino.

De las bebidas variadas conocidas en la Antigüedad (las producidas a partir de los higos, el algarrobo, las cerezas, las ciruelas y los dátiles), ninguna alcanzó la popularidad universal de «el fruto de la vid». Las amplias referencias históricas al jugo de la vid y los viñedos reflejan la importancia del vino para Israel y sus vecinos en Anatolia, Asiria-Babilonia, Europa, Egipto y el Transcáucaso. Desafortunadamente, tenemos un mejor sentido de la manera en que esos pueblos lo valoraban que lo que sabemos sobre cómo lo procesaban. A pesar de ello, las mejores interpretaciones textuales tienen que depender de lo que hemos aprendido sobre la manera en que los antiguos producían, preservaban y almacenaban el vino.

El antiguo territorio hitita de Anatolia (en la Turquía moderna) parece haber cultivado uvas durante más tiempo que otras partes de las tierras bíblicas. Aunque carecemos de datos precisos sobre cómo pueden haber cambiado a lo largo de los milenios, el cultivo de viñedos parece haberse producido a lo largo de cuatro grandes valles de ríos en el extremo occidental, en la llanura de Adana y en las cercanías de Nigde, Nevsehir, Kayseri, Yozgat y Sungurlu. Un código de leyes hititas que no es posterior a la Edad del Hierro Temprano (1200 a. C. o aun antes) muestra la alta estima que los antiguos tenían hacia la agricultura de la uva y sus productos. En lo que respecta al coste del vino, un parsiktu (equivalente a un bushel) de vino costaba lo mismo que un parsiktu de farro.

En el Egipto de los faraones había vastos viñedos, pero para el siglo V a. C., la nación tenía que importar vino de Grecia. Los artistas egipcios ilustran los viñedos, ya sea creciendo sobre emparrados o, de manera más simple, trepando en un arco de pámpanos flexibles fijados al suelo en ambos extremos, a lo largo de un poste de madera apoyado en extremos bifurcados de dos pilares rectos de madera o hasta trepando simplemente en los setos ya existentes. A veces se muestra que crecían sin apoyo alguno.

Pisar las uvas, el medio de extracción de jugo y producción de vino, era una ocasión celebratoria que podía incluir músicos contratados o, de lo contrario, cánticos sin acompañamiento por parte de los mismos encargados de pisar las uvas. El vino era almacenado en vasijas de cerámica clasificadas, con la calidad mayor otorgada al jugo de uva que fluía directamente del contenedor donde se machacaban las uvas a un contenedor inferior. Los posos que quedaban en el primer contenedor eran colocados en una tela y exprimidos y el jugo que se obtenía allí era puesto a un lado para fabricar vino de menor calidad. Tanto en Egipto como en Mesopotamia, los hongos (saccharomyces ellipsoideus y apiculatus) que aparecen naturalmente en el hollejo de las uvas ayudaban a transformar el azúcar de la uva en alcohol.

Los griegos, los romanos y otros pueblos del Próximo Oriente Antiguo asumían cinco distintivas —aunque a veces aparentemente incompatibles— posturas hacia el vino. Podían (1) mantenerlo completamente al margen de algunos miembros de la sociedad; (2) usarlo al tiempo que reconocían sus potenciales peligros; (3) disfrutarlo aun con precauciones sobre su consumo; (4) considerarlo como una fuente de gran honor, con la acción de servir vino a veces restringida, siendo sus únicos beneficiarios los funcionarios elevados y los de cuna noble; o (5) ver con sospecha algunos aspectos de su consumo. En ocasiones, una misma sociedad podía sostener todas estas posturas mutuamente contradictorias.

Esas diferentes actitudes hacia el vino ilustran sus variados efectos sobre los usuarios y la sociedad en general. Las Escrituras pueden hablar del gozo que puede dar (Jue. 9: 13; Sal. 4: 7, 104: 15), pero al mismo tiempo no pueden ignorar el dolor que también puede causar (Sal. 60: 3, 75: 8). La vergüenza y la degradación que puede producir beber vino demasiado a menudo (Gén. 19: 32-35; Prov. 20: 1; 23: 19-20) puede socavar la estabilidad económica y social que podría en ocasiones simbolizar (Gén. 27: 28; Prov. 3: 10). La espiritualidad que puede representar (Gén. 14: 18) puede contrastar con la perversión moral que ilustra (Jer. 51: 7; Apoc. 14: 8). Y la gloria redentora sin paralelos que transmite la imagen del vino respecto de la redención divina (Luc. 22: 17-20; 1 Cor. 11: 25-26) también contrasta con la catástrofe final que resulta de la falsa doctrina (Apoc. 18: 1-3).

El contraste continuado entre las imágenes positivas y negativas del vino puede ser el comentario de la Biblia sobre las diferentes sustancias que producen diversas conductas. La asociación bíblica del término familiar «vino» con la menos frecuentemente usada «bebida fuerte» parece implicar sustancias más que tan solo a los que consumen vino. Algunos han identificado la palabra hebrea que suele traducirse como «bebida fuerte» (shekar, 25 veces) como sinónimo de «vino». Shekar, sin embargo, identifica de manera consecuente a una bebida alcohólica cuando se combina con la palabra hebrea para «vino» (yayin). La combinación se produce en veinte ocasiones (el sustantivo yayin más la raíz shkr [Gén 9:21], una vez; los sustantivos yayin + shekar, diecinueve veces, ya sea en paralelismo o en la frase yayin weshekar [Lev. 10: 9; Núm. 6: 3; Deut. 14: 26; 29: 6; Jue. 13: 4, 7, 14; 1 Sam. 1: 15; Prov. 20: 1; 31: 4, 6; Isa. 5: 11, 22; 28: 7; 29: 9; 51: 21; 56: 12; Jer. 51: 7; Miq. 2: 11]). En todas menos una de esas instancias (Deut. 14: 26) se habla en forma negativa, y muchas identifican una bebida alcohólica. La mención del vino parece ser una de las maneras en que el lenguaje bíblico formula una distinción categórica entre sustancias seguras (es decir, bebidas sin fermentar) y peligrosas (es decir, alcohólicas).

Varias declaraciones de la Antigüedad indican que los antiguos distinguían entre el jugo puro de uva y una bebida alcohólica. Esto incluye a Plinio el Viejo (14.11.83), Columella (Columella 12.20.1) y Maimónides (Libro 7: El Libro de Agricultura, «Ofrendas elevadas», 5. 25). Asimismo, los textos antiguos indican que, en general, las personas bebían vino diluido con agua, a menudo tres o cuatro partes de agua por parte de vino. La mezcla más potente era una parte de agua con dos de vino. Los griegos consideraban que aun los que bebían disoluciones menores eran intemperantes. El escritor griego Ateneo afirmó que una mezcla de mitad agua y mitad vino llevaba a la locura.

El Nuevo Testamento continúa con las precauciones de la Biblia hacia las bebidas alcohólicas. El apóstol Pablo, en Efesios 5: 18, destaca que la ebriedad lleva a la embriaguez y la disipación. Dado que el vino tiene un nivel de alcohol mucho menor que las bebidas destiladas, las personas tenían que beber mucho más para embriagarse. A pesar de ello, los líderes, sobre todo, deberían evitar las bebidas alcohólicas (1 Tim. 3: 3, 8; Tit. 1: 7; 2: 3). Así como en el Antiguo Testamento (Jer. 25: 15), el Nuevo Testamento empleó la embriaguez como símbolo del juicio de Dios.

La sugerencia de Pablo a Timoteo de que debía usar un poco de vino para su estómago (1 Tim. 5: 23) podría dejar perplejos a los lectores. Pero como se destacó antes, la mayoría de las personas consumían un vino altamente diluido. La pequeña cantidad de alcohol mataba gran parte de los microorganismos de las fuentes de agua, que a menudo estaban contaminadas. Timoteo tenía algún tipo de problema gastrointestinal, posiblemente un parásito.

Finalmente, el uso del vino como metáfora de la sangre redentora del Mesías desafía continuamente la noción de que levadura de la fermentación sería permisible en este caso (véase Éxo. 12: 19, donde se emplea la levadura como símbolo del pecado). La conexión que hace Jesús del mensaje de su evangelio con el «nuevo vino» en contraste con el vino viejo y fermentado sugiere de manera decidida el valor de la abstinencia de toda bebida alcohólica.