PRÁCTICAS RELIGIOSAS
La adoración en el Mundo Antiguo implicaba más que ir a un santuario o lugar sagrado para participar en un servicio religiosos. Incluía todo aquello que buscaba honorar a una deidad. Especialmente para los israelitas, incluía sacrificios, festivales religiosos, descanso semanal durante el sábado, música e himnos, oración y actos de abnegación, como el ayuno. El concepto de adoración aparece integrado en todo el texto bíblico e instruye a los humanos a adorar a Dios exclusivamente. Los ángeles se opusieron a ser adorados por los humanos (Apoc. 19: 10; 22: 8-9). Los representantes de Dios rechazaron la adoración de otros seres humanos (Hech. 10: 25-26; 14: 11-18). El diablo le exigió a Jesús que lo adorara, pero Jesús le recordó que las Escrituras estipulaban que la adoración le pertenecía únicamente a Dios (Deut. 6: 13; 10: 20; Mat. 4: 10).
En la Antigüedad, la adoración a menudo reflejaba la costumbre oriental de mostrar respeto postrándose en la tierra o inclinándose (Gén. 18: 2). Por lo tanto, los israelitas tenían cuidado ante quién o qué se postraban, especialmente si podía tener una connotación religiosa (Est. 3: 2; Dan. 3: 12, 18; 1 Rey. 19: 18). Sin embargo, el obelisco negro de Nimrud representa a Jehú, rey de Israel en el año 841 a. C. postrado en el suelo en sumisión ante el rey asirio Salmanasar III (858-824 a. C.). En este caso, la reverencia no se debía al respeto religiosos, sino que era un símbolo de sumisión política.
La Biblia condena vehementemente la adoración a los ídolos o cualquier cosa que represente la creación de Dios en vez del Creador mismo (Éxo. 20: 5; 34: 14; Deut. 5: 8-9). En todo el Próximo Oriente Antiguo, los arqueólogos han encontrado varios objetos de culto. Estos incluyen estatuas de dioses y diosas adoradas tanto a nivel nacional como a nivel individual. Algunos dioses cananeos populares venerados en el Levante fueron Anat, Asera, Astarté, Baal, Resef, con El a la cabeza del panteón religioso. Numerosos sellos, esculturas, relieves murales y monumentos representan escenas de adoración. Algunas de esas imágenes que los excavadores encontraron en lugares ocupados por Israel fueron adoradas por la gente. Los profetas a menudo protestaron ante la adoración de cualquier otro dios. Dios y sus representantes advirtieron repetidamente a Israel que no se mezclara con otras naciones para que no fuera atraído a venerar a sus deidades. El dios cananeo más popular era Baal. Su culto se intensificó durante los tiempos de apostasía nacional. Aunque es posible que las naciones vecinas adoraran a varios dioses, para Israel, YWHW era la única deidad. A pesar de ello, Israel y Judá fueron atraídos por otros dioses a menudo. Se han excavado los restos de sitios utilizados como centros de culto pagano en lugares como Tell Abu Hawam, Ai, Arad, Bet Shean, Deir Alla, Ein-Gedi, Hazor, Laquis, Meguido, Tell Mevorah, Siquem y Siloh. Sin embargo, no se conserva ningún resto del Templo construido por Salomón en Jerusalén (1 Rey. 6: 1).
Durante los períodos de apostasía religiosa, el Dios de Israel permitiría que la desgracia golpeara a la nación como castigo. Pero luego enviaría profeta tras profeta en un intento de alejar a la gente de la adoración de Baal o de cualquier otro dios. Adorar a otros dioses les hacía romper la relación de pacto que el Señor había establecido con ellos. Al responder al llamamiento de adorar a su Dios, el Señor los reestablecería.
El libro de Levítico describe el trabajo de los sacerdotes y de los levitas, explicando cómo tenían que administrar los sacrificios y las ofrendas, un componente importante para adorar a Dios diariamente y en los días festivos. El libro de los Salmos es una colección de algunos de los himnos cantados por coros o individuos durante el culto israelita. El libro de Lamentaciones lamenta la difícil situación de Judá tras caer en el cautiverio babilonio debido a la apostasía. Como una forma de adoración y acercamiento a Dios para pedir misericordia, las personas que se lamentaban a menudo ayunaban, se rasgaban la ropa, se vestían con sacos y se negaban a sí mismos los lujos para poder buscar a Dios. La oración es un componente importante de la adoración y encontramos muchas oraciones esparcidas por toda la Biblia.
Además del sábado semanal, las lunas nuevas, la celebración del año nuevo y el día de la expiación, el antiguo Israel seguía un calendario definido de fiestas para adorar a Dios. Estas proporcionaban momentos significativos para el peregrinaje y la adoración a nivel nacional. Tales reuniones se celebraban en lugares establecidos como Siloh y, finalmente, Jerusalén. Durante el Nuevo Testamento, personas de distintas naciones venían a adorar a Jerusalén (Hech. 2: 5). La inauguración de un rey o sacerdote también podía ser una ocasión de adoración y celebración. Cuando la nación obtenía victoria sobre un enemigo o cuando Dios manifestaba su intervención divina en nombre de su pueblo, el pueblo respondía mediante la alabanza y la adoración de manera extemporánea. Dichas ocasiones ofrecían la oportunidad de la adoración nacional como una respuesta a los actos salvíficos de Dios.
En las Escrituras, el llamamiento a adorar a Dios se dirige a todas las personas, independientemente de su nacionalidad, idioma y ubicación. La Biblia llama en repetidas ocasiones a todos los habitantes de la tierra a adorar solo a Dios (Sal. 96: 9; Apoc. 14: 6-7). El aspecto más distintivo que la Biblia enfatiza es la adoración a Dios como el Creador de la tierra (Gén. 2: 1-3; Apoc. 14: 6-7), que será el tema final antes del regreso de Cristo. Tal adoración se realiza mejor en obediencia fiel a su instrucción y permiso. La adoración es una experiencia relacional con él que implica obediencia a sus mandamientos.
Juan 4: 23 llama a los que adoran a Dios que lo hagan en espíritu y en verdad, no mediante rituales sin sentido o falta de entendimiento. La adoración al Señor continuará en el cielo y en la nueva tierra que él creará (Apoc. 21; Isa. 65: 17; 66: 22-23).
Anderson, “Worship, Israelite”, Eerdmans Dictionary of the Bible, 1389-1391.
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