Cómo reconciliarte con tu cónyuge (1 Corintios 7: 10-11)

En el relato de la Creación, según Génesis 2: 18, el Señor dijo: «No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él». Y la idea se completa en el versículo 24: «Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne». Estas declaraciones dejan muy claro que Dios quiso que el matrimonio fuera una unión permanente.

1 Corintios 7: 10-11 es, simplemente, un eco del relato del Génesis y la reiteración de la visión original, recordada en Marcos 10: 9, 11-12 por Jesús mismo, cuando dijo: «Por lo tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. […] Y les dijo: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”».

El matrimonio es sagrado, así que Dios espera que su pueblo trate a esta institución con la seriedad que la caracteriza en las Escrituras. Por descontado, para que el matrimonio sea lo que Dios espera, los esposos necesitarán su ayuda para tratarse el uno al otro con la paciencia y la amabilidad necesarias para sustentar y proteger el matrimonio como Dios quiere que lo sea.

Es evidente que, como seres humanos que somos, no siempre alcanzaremos este ideal. Sin embargo, debemos estar siempre atentos a lo que Dios requiere y esforzarnos por vivir de acuerdo con su voluntad.