Autoridad y sumisión en la familia (Efesios 5: 22-24)

El matrimonio es idea de Dios. La historia bíblica sitúa al matrimonio como la primera institución establecida por Dios durante la semana de la Creación. Génesis 2: 24 es el texto clásico que establece los parámetros dados por Dios para esta relación al afirmar: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne». Seguro que nadie considera al matrimonio como una simple noción del Antiguo Testamento, porque esta declaración se repite tres veces más en el Nuevo Testamento (Mat. 19: 5; Mar. 10: 7-8; Efe. 5: 31), recordando la intención de Dios de que el matrimonio fuese como la unión más cercana e íntima entre seres humanos.

Incuestionablemente, Dios instituyó el matrimonio para que fuese una bendición y un motivo de felicidad. La unión de la que habla Génesis 2: 24 estaba destinada a remediar la soledad del hombre reflejada en Génesis 2: 18, cuando Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo: le daré ayuda idónea para él». De nuevo, esta compañía estaba destinada a ser algo bueno. Sin embargo, todo lo que Dios creó para nuestro bien, Satanás trata de destruirlo. Y Satanás parece tener éxito con la ayuda de muchos hombres y mujeres que han olvidado completamente la intención de Dios en el matrimonio.

Uno de los pasajes peor entendidos y mal utilizados de las Escrituras es Efesios 5: 22-24: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo».

A menudo, el énfasis de este pasaje se pone en la sumisión de la esposa a su marido. Sin embargo, el mensaje que sigue en los versículos 25-30 define los términos de la sumisión. Pablo pide ante todo responsabilidad y apoyo mutuos, «someteos unos a otros en el temor de Dios» (vers. 21). La base sobre la que se sitúa la sumisión, de acuerdo con este pasaje, es la sumisión del esposo y de la esposa al señorío de Jesucristo en sus vidas. Cualquier otra cosa que no sea esta base reducirá la sumisión futura a una cuestión de dominio en lugar de la unidad de amor deseada por Dios, cuando estableció desde el principio que ambos esposos están llamados a ser «una sola carne».

El concepto secular de sumisión no es el que funciona en Efesios 5. Ninguno de los socios tiene supremacía sobre el otro cuando el verdadero liderazgo espiritual reina en los hogares del pueblo de Dios. La realidad es el respeto mutuo y el respeto basado en el amor ágape, que es incondicional y eterno, y proviene de una relación diaria, íntima, apreciada y vibrante con Jesucristo.

Elena G. White deja claro lo que no es la sumisión: «Dios requiere que la esposa recuerde siempre el temor y la gloria de Dios. La sumisión completa que debe hacer es al Señor Jesucristo, quien la compró como hija suya con el precio infinito de su vida. […] Su individualidad no puede desaparecer en la de su marido, porque ha sido comprada por Cristo. […] Uno hay que supera al marido para la esposa; es su Redentor, y la sumisión que debe rendir a su esposo debe ser, según Dios lo indicó, “como conviene en el Señor”» (El hogar cristiano, pág. 101).

Cuando los cónyuges se tratan entre sí, según la mutualidad descrita en Efesios 5, vivirán en un marco de sumisión en el amor que honra a Dios.