La institución del matrimonio (1 Corintios 7: 2)

El matrimonio es la primera institución establecida por Dios en el Edén durante la semana de la Creación y fue afirmada por Jesús en el Nuevo Testamento como una unión permanente y sagrada entre un hombre y una mujer. El discípulo de Jesús debe saber, por lo tanto, que su compromiso matrimonial no lo adquiere solo con su pareja, sino también con Dios y que, de acuerdo con la Biblia, esta unión debe darse entre un hombre y una mujer que sean ambos creyentes.

Dios creó el matrimonio para que los esposos disfrutasen de la comunión que tanto necesitan, y se sintiesen conectados el uno con el otro en una interdependencia vital. De hecho, la mayoría de los votos matrimoniales incluyen la idea de «mantenerse juntos de ahora en adelante, hasta que la muerte nos separe». Estar juntos y permanecer juntos parece ser la razón por la que la mayoría de las parejas se casan, y ciertamente la razón por la que Dios instituyó el matrimonio.

La Biblia está llena de valiosos consejos para ayudarnos a pilotar nuestra relación matrimonial para nuestro máximo disfrute. Cuanto más tiempo pasemos estudiando los consejos de la Palabra de Dios con nuestro cónyuge, más probabilidades tendremos de sintonizar con el plan de Dios para nosotros en el matrimonio.

En 1 Corintios 7: 2, la Biblia dice: «Pero en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo» (CST). Más adelante, en el versículo 5 del mismo capítulo, el consejo continúa: «No os neguéis el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y solo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tardéis en volveros a unir nuevamente; de lo contrario, podéis caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio» (CST).

Si tomamos en serio los consejos de la Biblia, tendríamos que estar de acuerdo en que la institución del matrimonio debe tener lugar únicamente entre un hombre y una mujer, no solo comprometidos a permanecer juntos para evitar el pecado, sino teniendo cuidado de satisfacerse mutuamente con la frecuencia que responda a las necesidades de intimidad, compañía y unidad de cada uno.

Dios sabía que todo lo que había creado para el bien de la humanidad sería objetivo de ataques del maligno. Esta es la razón por la que Dios dio instrucciones tan cuidadosas para quienes entraban en la relación exclusiva del matrimonio, para que tuvieran presente lo que necesitarían para que su relación matrimonial tuviese éxito. En 1 Corintios 13: 4 el consejo de Dios es ser pacientes y amables, actitudes que son indicadores importantes de la presencia del verdadero amor en una relación matrimonial.

Dado que Dios es la personificación del amor verdadero, amar como Dios enseña es el único medio sostenible para una relación matrimonial saludable. Por lo tanto, es vital tener en cuenta que «de tal manera amó Dios al mundo que ha dado…» (Juan 3:16), lo que nos recuerda que amar significa dar en lugar de recibir. De ahí que siempre que contemplemos la relación matrimonial desde la perspectiva de «¿Qué puedo obtener?» en lugar de «¿Qué puedo dar?» nos desviaremos de la intención de Dios para nuestra felicidad y satisfacción mutua.

Deseamos que hoy decidas pedir a Dios la paciencia y la amabilidad que necesitas para ayudar a que tu matrimonio avance y se consolide por gracia, con el poder del amor de nuestro Señor.