Dios inventó el sexo (1 Corintios 7: 4-5).

Mientras estudiaba en el seminario, Charles Wittschiebe, autor de God Invented Sex [Dios inventó el sexo], dirigió una semana de oración. Un estudiante le preguntó: «¿A qué edad disminuye el deseo sexual?». El Dr. Wittschiebe, de 82 años, respondió: «No lo sé».

La sexualidad humana tiene dos funciones: una es expresar el amor y la otra procrear.

  1. Procreación. La Biblia dice: «Creced y multiplicaos». Pero también dice: «Llenad la tierra y dominadla» (Gén. 1: 28). Esta palabra de la Escritura exige responsabilidad con respecto a nuestro medio ambiente, incluida la práctica del control de la natalidad.
  2. Satisfacción. La satisfacción sexual, como otras áreas de comunicación en el matrimonio, es un logro gradual. La verdadera satisfacción sexual se produce como resultado de expresar el amor al cónyuge, pero no se nos dice en qué forma debe expresarse.
  3. Reciprocidad. Para el cristiano, el disfrute del sexo se encuentra no solo en la recepción de placer, sino también en el dar placer. «El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer las necesidades sexuales de su marido» (1 Cor. 7: 3, NTV).

Hay un proceso de cuatro fases que se suele usar para describir la respuesta sexual:

  1. La fase de la excitación. La excitación puede provenir de un beso, del tono de una voz o del olor de un perfume. La estimulación más directa, sin embargo, viene del tacto. Hay áreas del cuerpo que producen una respuesta sexual cuando se tocan. Estas se llaman zonas erógenas. «Me robaste el corazón con una mirada tuya» (Cant. 4: 9).
  2. La fase de la pasión. Con un mayor juego previo y la estimulación de las zonas erógenas por parte de ambos esposos, se llega a un estado de estimulación sexual máximo. «Apenas […] hallé al amado de mi alma, me así a él, y no lo dejé hasta llevarlo a casa de mi madre, a la habitación de quien me dio a luz» (Cant. 3: 4).
  3. La fase del clímax. Esta fase se caracteriza por sensaciones placenteras de liberación: «Yo soy de mi amado, y en mí tiene su contentamiento» (Cant. 7: 10).
  4. La fase de la relajación. Esta fase también se llama «del crepúsculo». En ella las funciones corporales regresan a sus niveles normales y los esposos se abrazan en paz. «Su izquierda esté debajo de mi cabeza; con su derecha me abrace» (Cant. 8: 3).

David Larson, del Instituto Nacional para la Investigación sobre la Salud, informa: «Las parejas que no tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio y permanecieron fieles durante el matrimonio parecen estar más satisfechas de su vida sexual actual que las que tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio».

La satisfacción sexual es el resultado de años de práctica; por eso, Dios ha planeado que se lleve a cabo dentro de la seguridad amorosa del matrimonio. Lewis Smedes dice: «El matrimonio contraído por amor es el proyecto de Dios para la libertad sexual. […] Aquí, en esta unión estable, los cónyuges pueden aventurarse al crecimiento sexual, aprender a través del fracaso sexual y de la frustración, [y] amar más allá de los altibajos del deseo erótico» (Sex for Christians [Sexo para cristianos]).

Las parejas deben recordar que, como hicieron anteriormente en la relación, hay que invertir tiempo de calidad en todo el proceso sexual para garantizar el placer mutuo. Las palabras del apóstol Juan a los creyentes de Éfeso pueden dirigirse a todas las parejas casadas: «Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras» (Apoc. 2: 4-5).