4 de enero | TODOS
«La mujer respondió a la serpiente: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: ‘No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis’ ”» (Gén. 3: 2-3).
Seducción y engaño. Las dos armas favoritas del enemigo de Dios. Las usó con éxito a lo largo de la historia y las sigue utilizando hoy. No se presentó a Eva diciéndole que estaba allí para destruirla. Se camufló. Se revistió de serpiente, y le dijo que solo deseaba conversar sobre lo que Dios había dicho. Puso en tela de juicio la palabra divina y la condujo al terreno pantanoso de la duda.
Después de minar la confianza de Eva en la palabra de Dios, la llevó a la desobediencia. «Come del fruto; no temas. Nada malo te va a suceder. Comer un fruto no es moralmente malo. Dios está tan ocupado en el vasto universo que no tiene tiempo para preocuparse de un detalle tan insignificante».
Aparentemente, tenía razón. Solo se trataba de un fruto; pero lo que estaba en juego no era el fruto en sí, era la fidelidad a Dios, la Fuente de la vida. Es muy fácil para los seres humanos distraerse con cosas externas y olvidarse de la profunda realidad de lo que no se ve.
En el gran conflicto de los siglos, el enemigo repetirá vez tras vez la misma estrategia. Inducirá a la humanidad a pensar que Dios no puede estar preocupado con «detalles insignificantes», mientras lo que está en juego es la necesidad de mantenernos unidos a nuestro Creador.
«Después de que el enemigo había hecho pecar a Adán y Eva mediante engaños, quedó cortada la relación entre el cielo y la tierra; y si no hubiera sido por Jesucristo, el camino al cielo nunca más hubiera sido conocido por la raza caída» (Elena G. White, A fin de conocerle, pág. 83).
El pecado de Eva no fue simplemente comer del fruto que Dios le había dicho que no comiese. Eso fue la consecuencia de su verdadero pecado, consistente en apartarse de Dios y aproximarse a aquel árbol. ¡Es peligroso jugar con la tentación!
En Acción
¿Cuáles son las motivaciones de tus actos y actitudes? Identifica tus puntos débiles y, sobre todo, mira a Jesús. Su gracia y su poder te irán transformando. Canta “El fruto del árbol” (si es posible, con tu familia).