7 de enero | TODOS
«Estos son los descendientes de Noé: Noé, hombre justo, era perfecto entre los hombres de su tiempo; caminó Noé con Dios» (Gén. 6: 9).
Tumbado en su lecho y arropado por la vergüenza, Noé lamentaba su triste conducta. Muy pocas horas antes había estado, en la calle, completamente ebrio, desnudo, deshonrando a su familia. Aquel hombre, desde el punto de vista humano, no podría ser considerado justo, ni perfecto. Para muchos cristianos, la perfección es una meta imposible de alcanzar. Entienden perfección como impecabilidad.
Sin embargo Dios declara que Noé era un hombre justo y perfecto porque caminaba con él. Claro que, en el momento de la embriaguez, Noé no pasaba de ser un pobre pecador. Había soltado la mano de Dios y el resultado fue una caída estrepitosa. Pero luego se levantó, volvió a aferrarse de la mano divina y fue un hombre obediente, en medio de la incredulidad y rebeldía de su tiempo.
Lo maravilloso es que cuando Dios resume su historia en el versículo de hoy, le caracteriza como un hombre «perfecto entre los hombres de su tiempo». La vida cristiana es un camino que se recorre tomado de la mano de Aquel que puede librarnos sin caída.
Cuando Jesús regrese, veremos entre los redimidos a Enoc, Daniel y José, de quienes no se registra nada malo. Pero veremos también a Noé, Abraham y David, que tuvieron episodios indecorosos, y sin embargo salieron victoriosos porque aprendieron a caminar con Dios todos los días de su vida.
En Acción
Recuerda un incidente del cual te avergüenzas y, asido del amor de Dios, busca la paz de su perdón hasta perdonarte tú también a ti mismo. Canta “El justo Noé” (si es posible, con tu familia).