9 de enero | TODOS
«Jehová había dicho a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”» (Gén. 12: 1-2).
Estaba, un día, cosiendo una pelota de trapo cuando mi padre me llamó. Necesitaba confeccionar aquella pelota con urgencia, y no le hice caso. Me enfadé, continué con mi trabajo. Mi padre insistió y tuve que levantarme a regañadientes para ver lo que quería. Al llegar frente a él, vi en sus manos una hermosa pelota de cuero. Mi rostro se iluminó de alegría, pero él me dijo: «La compré para ti, pero no debería dártela, porque no viniste la primera vez que te llamé. Jamás olvides que papá solo te llama para tu propio bien».
Cierto día también, hace miles de años, en una tarde calurosa, Abraham oyó la voz de Dios que le decía: «Ve a la tierra que yo te mostraré». El patriarca miró a un lado y a otro en aquella tarde que transcurría lenta y pesadamente y descubrió algunas huellas en la arena. ¿Serían las de sus sandalias? No, porque él acababa de sentir su carne en contacto con el suelo seco. Sabía que la voz era de Dios, aunque no lo podía ver, y respondió con prontitud, descalzos los pies, sin vacilar. Aceptó dirigirse a la tierra que el Señor le ordenó. No pidió mayores explicaciones. Simplemente entendió que el mejor lugar para un hijo de Dios es ese al que él lo conduce.
La tierra que pisas hoy no es la mejor tierra. No te fijes a ella por más que te inspire seguridad. Siempre hay horizontes nuevos y mejores a los que Dios quiere llevarte. La vida es aprendizaje permanente, y aprender es salir de lo conocido hacia lo desconocido. Sin temor, a pesar del riesgo, y aunque tengas dudas. Los planes divinos son mejores que los tuyos, y el lugar que él tiene preparado para ti no ha subido al pensamiento humano.
Abraham tenía setenta y cinco años cuando Dios lo llamó, y él partió a su destino glorioso. La edad no es obstáculo para ejercitar la fe y obedecer a Dios.
En Acción
Escucha la llamada del Espíritu para dar a conocer a Jesús aunque eso implique salir de tu zona de confort. Acabarás llegando a una tierra mejor e incluso más confortable: la que Dios tiene preparada para sus hijos. Canta “El llamado de Abram” (si es posible, con tu familia).