12 de abril | TODOS
«Cuando Josías comenzó a reinar tenía ocho años de edad, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre era Jedida, hija de Adaía, de Boscat. Hizo lo recto ante los ojos de Jehová y anduvo en todo el camino de David, su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda» (2 Rey. 22: 1-2).
Josías, a diferencia de su padre Amón y de su abuelo Manasés, fue un rey bueno. El pequeño monarca observó que el templo de Dios estaba deteriorado. El pueblo parecía no darse cuenta de esa triste situación, pero Josías sí, y ordenó reformarlo. No le importó el dinero, cuánto costaría, cómo se pagaría, nada. Lo que le importaba era que Dios tuviera un templo digno.
Pero mientras trabajaban en la reforma del templo, los trabajadores encontraron el libro de la ley, o lo que hoy sería la Palabra de Dios, la sagrada Escritura. Allí estaban las amonestaciones divinas, pero nadie les hacía caso. Cuando el rey recibió el libro, ordenó: «Id y preguntad a Jehová por mí, por el pueblo y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado» (2 Rey. 22: 13).
Aquí empezó la verdadera reforma. No consistió solo en mejorar el aspecto del templo, sino en arreglar la vida con Dios. El rey se compungió, se conmovió, se arrepintió, buscó conocer más de la Palabra de Dios, deseó hacer su voluntad, mandó consultar a la profetisa Hulda, y ella, en el nombre de Dios, le dijo que la destrucción venidera no lo alcanzaría por haber humillado su corazón delante de Dios (22:15-20)
La condenación solo alcanza a los que no desean volverse a Dios. La condenación nunca es irreversible. Dios invita al pecador al arrepentimiento. La muerte es la consecuencia natural del endurecimiento del corazón. Jesús siempre está con los brazos abiertos diciendo: «Venid a mí, yo os haré descansar».
En Acción
Cuando menos se lo espera uno, brota la Luz. El Señor no te va a desamparar. Él sigue tus pasos, y no precisamente para controlarte. A la postre, solo busca facilitarte la vida con su protección y enseñanzas. ¡Entrégate a él y confía!