13 de abril | TODOS
«Aconteció en el noveno año de su reinado, el día diez del mes décimo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército contra Jerusalén, la sitió y levantó torres alrededor de ella» (2 Rey. 25: 1).
Sedequías había sido nombrado rey de Judá por Nabucodonosor, después de que este derrotara a Joaquín. Por lo tanto, le debía obediencia. Era un rey vasallo. Y, además, había recibido, a través de Jeremías, el mensaje divino de someterse al rey babilonio. Pero Sedequías prefirió oír a los falsos profetas que anunciaban el fin de Babilonia. Pensó que una alianza con Egipto sería valiosa, y mandó prender a Jeremías acusándolo de desanimar al pueblo.
El resultado fue catastrófico. Una y otra vez, Sedequías había llamado a Jeremías para consultarle. Y una y otra vez, Jeremías le había dado la misma respuesta. «Sométete a Babilonia». Pero el rey rebelde se resistió a obedecer. Confió en sus propias fuerzas. Creyó en Egipto. Se ilusionó con el mensaje de los falsos profetas en lugar de confiar en Dios. ¿Podemos aprender alguna lección para nuestra vida hoy? ¿Cuál es el drama que vives? ¿No sería mejor humillarte ante Dios, aunque sus caminos te parezcan sin sentido?
En el caso de Sedequías, su corazón se endureció y la gracia no pudo seguir actuando. Hubo de enfrentar las consecuencias de sus decisiones equivocadas. En el verano del 586 a.C., tras dos años de asedio, las fuerzas de Babilonia cavaron un agujero en los muros de la ciudad y entraron. Al enterarse de ello, Sedequías tomó a su esposa y a sus hijos y huyó.
Jugó con la gracia divina, se endureció ante las advertencias de Dios, cayó en la idolatría más abyecta, mandó encarcelar al profeta, y ahora, al ver las consecuencias de su pecado, en lugar de volverse a Dios y arrepentirse, corrió y se escondió. Pero de nada le sirvió. Fue hecho prisionero y vio cómo asesinaban a sus hijos antes de que a él mismo le sacaran los ojos. ¡Triste final para un hombre cuyo nombre significaba «La justicia viene del Señor»!
En Acción
Vale la pena reflexionar en si los atajos humanos son realmente prácticos. Los caminos de Dios, a veces, pueden parecer más oscuros y largos, pero andar por ellos asegura la victoria final.