15 de abril | TODOS
«Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió su mano hacia al arca para sostenerla, porque los bueyes tropezaban. Se encendió contra Uza el furor de Jehová, y lo hirió, porque había extendido su mano hacia el arca; y murió allí delante de Dios» (1 Crón. 13: 9-10).
En el frío otoñal de la avanzada noche, en la oscuridad con aroma de nogales en flor, se deslizaba silenciosa el agua del riacho que desembocaba finalmente en el Jordán. En medio del silencio de aquellas horas, solo se oía un sombrío rumor de tragedia, cuyo origen nadie podía definir. Era una mezcla de extraños sentimientos, que arrancaba suspiros del alma, sin motivo aparente. Todos sabían, es verdad, que al día siguiente el arca del pacto sería trasladada de la casa de Abinadab en Quiriat-jearim a Jerusalén, pero nadie preveía la tragedia.
En el tiempo de los jueces, los filisteos, tras vencer una batalla, capturaron el arca del pacto, pero esa aparente victoria les causó muchos problemas y, para librarse de ella, la depositaron en un carro nuevo y la enviaron de vuelta a Israel (ver 1 Sam. 6). Desde aquel día hasta el momento de nuestro relato, el arca permaneció en la casa de Abinadab en Quiriat-jearim.
Tiempo después, David intentó llevar el arca a la capital, Jerusalén, pero los israelitas olvidaron la recomendación que Dios les hiciera en el pasado. El arca no podría ser trasladada en carros, sino en los hombros de los descendientes de Coat (Núm. 4: 15). Por otro lado, nadie, aparte de los coatitas, podía tocar el arca sagrada. Pero ellos olvidaron las instrucciones divinas y la transportaron en carros tirados por bueyes. En algún punto del camino el arca se tambaleó y Uza, un hombre sincero, con la mejor intención, tocó el arca y al instante murió.
El eco de aquella historia trae el mensaje divino: «No toques lo que es santo, no te atrevas a jugar con lo que Dios determinó como sagrado». La santidad no depende de las conjeturas humanas, sino de lo que Dios dice.
En Acción
La historia de Uza y el arca merece reflexión. Seguramente hay algo en ella que se nos escapa. Pertenece a una época en que Dios aún no se había manifestado plenamente al ser humano, como sí ocurriría después en Jesús (ver Heb. 1: 1-3). En todo caso, conviene que tengas presente: 1. Cuando Dios avisa, es por algo. 2. Uza actuó con buena intención, cosa que es imposible que Dios no supiera.