18 de abril | TODOS
«Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizaran con arpas, salterios y címbalos» (1 Crón. 25: 1).
David fue llamado «el dulce cantor de Israel» (2 Sam. 23: 1). No fue solamente un rey guerrero, vencedor de muchas batallas, sino también un hombre sensible, que plasmó sus emociones en por lo menos setenta y tres salmos e himnos de alabanza.
Antes de ser rey, había sido pastor de ovejas. En aquellos tiempos los pastores vivían mayormente en el campo, acompañando a sus ovejas para protegerlas de los peligros y de las fieras. Así que, con toda seguridad, al pasar noches enteras al raso, David había tenido la ocasión de admirar la grandeza de Dios en la naturaleza, y su corazón se vio espontáneamente llamado a adorar. Y adoró. Lo hizo con música, porque la melodía es agua cristalina que brota en los manantiales del corazón. Y la música «es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual» (Elena G. White, La educación, pág. 168).
Como el corazón del rey estaba lleno de sones musicales, al establecer el tabernáculo en Jerusalén, David y los jefes de su ejército escogieron músicos para alabar a Dios, «profetizando» con instrumentos tales como «arpas, salterios y címbalos».
De este incidente surge la pregunta: ¿Cómo se profetiza con arpas? A simple vista, esta es una extraña expresión. Sin embargo, profetizar no es simplemente anunciar sucesos que vendrán en el futuro, sino básicamente, expresarse en nombre de Dios, o incluso dirigiéndose a él.
El ministerio de la música es bíblico, porque la adoración es el centro de la experiencia cristiana. Los ángeles adoraron a Dios antes de la creación del mundo (ver Job 38: 4, 7). Adán y Eva adoraron al Creador (Gén. 4: 1). Los seres humanos adoran a Dios durante su peregrinaje en este mundo, y en la eternidad, y los redimidos adorarán a Dios por la edades eternas (Apoc. 19: 6-7).
Sin embargo, aunque se puede cantar y adorar a Dios con arpas, salterios o cualquier otro instrumento musical, ninguno de ellos es más elocuente que el corazón del adorador.
En Acción
¿Es tu corazón un instrumento de alabanza al Creador? ¿Lo manifiestan tus actos y tus relaciones con los demás? ¿«Profetizan» ellos del Dios lleno de amor que guía tu vida?