25 de abril | TODOS
«Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá y le ofrecieron obediencia al rey [Joás]. El rey los oyó, y ellos abandonaron la casa de Jehová, el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado» (2 Crón. 24: 17-18).
Precioso comienzo y triste final. Esa es la historia de Joás, cuyos años tempranos fueron un milagro divino, porque Atalía había ordenado la muerte de los herederos del rey anterior y se había apoderado del trono. El único sobreviviente, gracias a su tía Josaba, esposa del sumo sacerdote Joiada, fue Joás (ver 2 Rey. 11: 1-3).
Con un año, Joás fue escondido en el templo, donde vivió con la familia sacerdotal durante seis años. Al séptimo, Joiada organizó la expulsión de Atalía, la reina usurpadora (2 Rey. 11: 4-12). Ella fue presa y ejecutada, y Joás empezó a reinar a los siete años.
Aconsejado por Joiada, destruyó el culto a Baal y ordenó la restauración del templo. Pero, al morir Joiada, el rey y su pueblo se apartaron de Jehová, erigiendo ídolos a dioses paganos.
Los años de rebeldía de Joás fueron tristes, y cometió muchos desatinos, como la muerte del sacerdote que fue a advertirle de sus malos caminos. Pero el fin no se dejó esperar. Poco después Hazael, rey de Siria, se apoderó de la ciudad. Joás se vio obligado a entregarle los tesoros del templo.
Algunos días después, cayó gravemente enfermo, y uno de sus propios siervos le quitó la vida. Triste final para un rey que comenzó bien.
La lección es que lo que realmente importa no es solo el comienzo sino, principalmente, el final de la historia.
La vida no está hecha de un u otro acto bueno o malo, circunstancial, sino de una trayectoria de coherencia que termina en victoria.
En Acción
Nuestra relación con Dios se construye poco a poco. Al conocerle sentimos que solo a su lado vale la pena vivir, confiando solo en él. Búscale cada día más para disfrutar de una maravillosa conexión con tu Creador y Salvador.