28 de abril | TODOS
«Entonces la gente del país intimidó al pueblo de Judá y lo atemorizó para que no siguiera edificando. Sobornaron además contra ellos a algunos consejeros para frustrar sus propósitos, durante todo el tiempo que Ciro fue rey de Persia y hasta el reinado de Darío, rey de Persia» (Esd. 4: 4-5).
En el camino pedregoso que conduce a la realización de los sueños, encontrarás cardos y abrojos. Piedras partidas y suelo agrietado se cruzarán en tu peregrinaje. No es fácil llegar a culminar tus aspiraciones.
Esa fue la experiencia de Israel cuando regresaba del exilio después de setenta años de cautividad. Su sueño era reconstruir la ciudad y el templo semidestruido por los invasores asirios. La obra de Dios involucra restauración, mientras que la ambición del enemigo es la destrucción. El diablo hará lo posible y lo imposible para que la obra divina no avance. «Todo el que quiera emprender una obra de reforma enfrentará una decidida oposición» (Elena G. White, Cada día con Dios, pág. 47).
Cuando el pueblo inició los trabajos de restauración, los samaritanos llegaron ofreciendo ayuda. Astuta estrategia del enemigo. A Eva se le presentó como una serpiente inocente, a José se le acercó como una bella mujer, y a Esdras y a los judíos se les aproximó en forma de amigo.
Pero Zorobabel, el sacerdote que velaba por la vida espiritual del pueblo, rechazó la «ayuda» y entonces el enemigo mostró sus verdaderas intenciones: «La gente del país intimidó al pueblo de Judá y lo atemorizó para que no siguiera edificando». El enemigo sabía que el temor paraliza. Un pueblo con miedo sería incapaz de construir o reconstruir. Una persona con temor vive paralizada, observando el desfile de los vencedores.
Los samaritanos, en aquella ocasión, sobornaron a algunos judíos, pero nada impidió que el sueño se realizara, porque nada puede detener el progreso de los que confían en Dios. Por tanto, no temas, aunque el enemigo prepare una maraña de intrigas.
En Acción
Recuerda siempre que, en la práctica, la fe es lo opuesto al miedo y funciona como su antídoto. Cuanto mayor sea la primera, menos sucumbirás al segundo. La confianza en tu amoroso Padre te hará pasar por encima del temor paralizante.