1 de mayo | TODOS
«Entonces se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel» (Neh. 8: 1).
El sol alumbraba escandalosamente aquella mañana de cielo azul y refulgente. Era un día de fiesta. Los corazones saltaban de júbilo y gratitud porque los muros de la ciudad acababan de ser reconstruidos. El pueblo estaba feliz. Había llegado el séptimo mes del calendario judío. Este mes era importante para los israelitas porque en él se celebraban varias fiestas, como la de las trompetas, el día de la expiación y la fiesta de las cabañas. En esta última, llamada también fiesta de los tabernáculos, el pueblo se juntaba en la plaza, como un solo hombre, para leer el libro de la ley. Esta era la razón por la que el pueblo estaba reunido después de la reconstrucción de los muros.
En realidad, ellos apenas seguían las instrucciones divinas. Moisés les había dicho en el libro de Deuteronomio que, durante la fiesta de los tabernáculos, debían reunirse para leer la ley de Dios. La lectura de la ley de Dios no se refería solo a los Diez Mandamientos, sino a los libros sagrados, básicamente los de Moisés, llamados la Torá.
Este incidente histórico de la vida de Israel nos enseña que cuando las cosas van bien, como era el caso de Israel una vez reconstruidos los muros, es necesario leer y recordar las enseñanzas divinas. No vaya a ser que en medio de la algarabía nos olvidemos de las instrucciones que Dios nos dio, y, en consecuencia, nos vaya mal.
El regocijo y el espíritu de gratitud siempre deben estar unidos al espíritu de aprendizaje y adoración. Aprendemos en todo tiempo y en cada circunstancia. Y adoramos permanentemente, porque cada instante de vida es un milagro divino.
En Acción
Hoy también dedícate a conocer mejor a Jesús. Haz de tu vida un continuo aprendizaje acerca de su carácter y de lo que él espera de ti.