5 de mayo | TODOS

Enfrentando pérdidas y desgracias

«Salió entonces Satanás de la presencia de Jehová e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y Job, sentado en medio de ceniza, tomaba un trozo de tiesto y se rascaba con él» (Job 2: 7-8).

Carlos no entendía la razón de tanto dolor, pero el amargo sentimiento invadía su ser entero molestándole, afligiéndole y desangrándole el alma. No era un hombre perfecto, pero tampoco era malo o perverso. Se condolía con el padecimiento ajeno, ayudaba a los necesitados e intentaba andar en los caminos de Dios.

Sin embargo, últimamente las adversidades llamaban sin piedad a las puertas de su corazón. Los negocios no andaban bien y su hogar se encontraba al borde del colapso.

A veces, acostado en la cama, sin poder dormir, se preguntaba qué mal había cometido para encontrarse en esa situación. Ignoraba que el sufrimiento no es solo producto de los desatinos humanos, sino que muchas veces padecemos por el solo hecho de transitar por un mundo deformado por el pecado.

El libro de Job es el compendio de la teología del dolor. El versículo de hoy dice que Satanás salió de la presencia de Dios decidido a probar que nadie sirve a Dios por amor, sino por interés en las bendiciones divinas. Esto nos muestra que el sufrimiento no nace en el corazón de Dios. Él es solo fuente de bondad y misericordia. Pero el enemigo trae el dolor a la experiencia de los seres humanos con el propósito de que crean que Dios los hace sufrir, y se rebelen contra él.

El texto dice que fue Satanás el que hirió a Job. Fue también él quien causó el sufrimiento de Carlos, y es él quien anda a tu alrededor como un león que busca a su próxima víctima.

¡Pero el Señor es tu protector y nada te faltará!

En Acción

Cuando te sobrevenga el sufrimiento, recuerda que no es Dios quien te lo envía. Pero además te consolará saber que, si él lo permite, es porque no te dejará solo en ese trance.