13 de enero | TODOS
«Ellos respondieron entonces: “Llamemos a la muchacha y preguntémosle”. Llamaron, pues, a Rebeca y le preguntaron: “¿Irás tú con este hombre?”. Ella respondió: “Sí, iré”» (Gén. 24: 57-58).
La joven Rebeca poseía un corazón limpio, sentimientos nobles y espíritu hospitalario. Tras verla, Eliezer, siervo de Abraham, se quedó observándola junto al pozo y, notando su gentileza, el Espíritu le susurró que ella era la mujer escogida por Dios como esposa para Isaac. Era el éxito de la búsqueda, el sueño hecho realidad, la alegría de la revelación.
«No se dejó que este importante asunto quedara en manos de Isaac, para que él lo resolviera solo, independientemente de su padre. Abrahán dijo a su servidor que Dios enviaría su ángel delante de él para dirigirlo en esa misión» (Elena G. White, Historia de la redención, pág. 86).
‘Rebeca’ literalmente significa «cuerda para atar animales» o «nudo corredizo». Aplicado a una mujer, la figura sugiere los rasgos por los cuales los hombres se ven cautivados.
El versículo de hoy registra la rápida y positiva reacción de Rebeca. Decidió sin vacilaciones. Resolvió partir y ser la esposa de Isaac. No era típico de las mujeres orientales proceder con tanta presteza. En la tradición hebrea del matrimonio, ninguna mujer es forzada a casarse. La joven no aceptó la invitación porque se sintiera obligada. La familia la llamó y le preguntó si quería ir, y ella respondió: «Sí, iré».
Aceptó porque su corazón, seguramente movido por el Espíritu, estaba dispuesto a obedecer la Palabra de Dios. Entendió que su matrimonio con Isaac era el plan divino, y su ejemplo quedará registrado para siempre como inspiración para los jóvenes que, sean cuales sean sus propias ideas, están dispuestos a seguir a Dios por encima de todo.
A la mañana siguiente, la caravana partió de regreso a Canaán con la joven novia en su seno. Ella sabía que el mejor lugar, el destino más seguro, la mejor tierra del mundo, es aquella a donde te guía el Señor. Lección valiosa que a veces solo aprendemos en el valle del dolor, regando nuestros días con las benditas lágrimas del arrepentimiento.
En Acción
Asegúrate de leer, escuchar, hablar, oír y hacer todo siempre según el amoroso plan divino para tu vida. No pienses que eso te limitará; nada te abrirá tanto las puertas de la libertad. Pon a Dios en primer lugar y él te dará un destino libre y seguro.