14 de enero | TODOS

La escalera de Jacob

«Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. Ángeles de Dios subían y descendían por ella» (Gén. 28: 12).

Noche triste, nostálgica, bañada en lágrimas, por el dolor de saberse malo. Jacob atravesaba el momento más dramático de su vida. Había engañado a su padre y a su hermano y huía para salvar la vida. Esaú quería matarlo, y Jacob se dirigía a una tierra distante. El martillo de la culpa lo golpeaba implacable. De nada le servía la primogenitura alcanzada con engaños. Deslizaba su cuerpo por la senda solitaria, como un loco, abrumado por la idea de formar parte de las tinieblas. ¿Por qué, con frecuencia, el pecador cree que la única salida es huir?

Cansado de caminar, se puso a descansar, usando una piedra como almohada. Era una noche estrellada, pero no había luz para él. Miraba hacia delante y solo veía sombras de incertidumbre. Era un triste peregrino de la vida, símbolo perfecto del ser humano que se arrastra buscando una seguridad y una paz que apenas cree posibles.

Lo que Jacob no sabía era que si bien el ser humano, atraído por el pecado, a menudo abandona a Dios, el Señor nunca abandona al pecador. El peso de la culpa te puede convencer de que estás solo, pero no es verdad. Dios se manifestó aquella noche a Jacob mediante un sueño. Vio una escalera con un extremo en tierra y el otro tocando el cielo. 

Desde el cielo oyó la voz de Dios que le confirmó la promesa hecha a su padre, a su abuelo y a su bisabuelo. Aunque él, aparentemente, lo había arruinado todo, Dios era capaz de restaurarlo. Nada es irremediable para los que creen en la gracia maravillosa de Jesús.

En Acción

Deja que Dios dirija tus sueños y los haga realidad. Sueños de paz y libertad, ya sin temor. Admite tus errores y, en vez de inventar excusas o huir, pide perdón a la persona a la que ofendiste. La gracia maravillosa de Jesús te va a restaurar.