20 de mayo | TODOS

Bienaventurado el que confía en él

«¡Gustad y ved que es bueno Jehová! ¡Bienaventurado el hombre que confía en él! Temed a Jehová vosotros sus santos, pues nada falta a los que lo temen» (Sal. 34: 8-9).

David había huido a la tierra de Gad, territorio del rey Aquis, para esconderse de la ira de Saúl, pero, al ser reconocido por un soldado enemigo, sintió que sería hecho prisionero y posiblemente muerto. Dirigió los ojos a un lado y al otro, y no había salida. No tenía cómo huir, así que, para salir del apuro, se fingió loco, los ojos desorbitados, la saliva chorreando por la barba, gimiendo como un animal, y Aquis recriminó a sus soldados por haber traído a un desquiciado como prisionero (ver 1 Sam. 21: 10-15).
Después de que lo soltaran, David huyó a la cueva de Adulán y allí escribió el Salmo 34. El tema de este salmo es cómo enfrentar el temor, y habla de su confianza en el poder protector de Dios. Él nunca abandona a sus hijos. Las dificultades pueden ser las peores; los enemigos, implacables y poderosos; pero el Señor está dispuesto a cuidar de los que en él confían. El poder de Dios no es una bonita teoría, sino experiencia de vida, que sale del papel y se materializa en lo cotidiano. Por eso, David escribe: «¡Gustad y ved que es bueno Jehová!».
Si yo te pregunto sobre el capulí y tú nunca has probado esa deliciosa fruta, es imposible que me des una respuesta. Puedo efectuar la descripción teórica más elocuente del maravilloso sabor del capulí, pero jamás entenderás mientras tu paladar no se deleite con su sabor.
Lo mismo sucede en la experiencia humana con Dios. Es necesario hacerlo parte de la existencia, de tu levantarte y tu acostarte. Solo entonces entenderás lo que significa: «¡Bienaventurado el hombre que confía en él!».

En Acción

Levanta los ojos a lo alto. Observa más allá de las circunstancias que puedan rodearte, sonríe. Nunca estás solo. El Señor está contigo vayas donde vayas. ¡Aprende a confiar y a descansar en él! Canta “Gustad y ved” (si es posible, con tu familia).