28 de mayo | TODOS
«Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad, porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad» (Sal. 84: 10-11).
El silencio del desierto era quebrado por el eco de las voces que se perdían en la inmensidad de aquellas tierras. Hombres, mujeres y niños cantaban con sentimiento y emoción. Uno de los himnos que entonaban era el Salmo 84, que formaba parte de los llamados «cánticos de Sión».
Este salmo era cantado como una especie de alabanza procesional, mientras se dirigían a Jerusalén a participar de las fiestas religiosas. Judíos de todas partes de Palestina iban en grupos al templo. Jesús y sus padres terrenales participaron varias veces de esta peregrinación. En una de esas ocasiones, un Jesús preadolescente se quedó en el templo hablando con los doctores de la ley.
Aunque este salmo era cantado por los peregrinos de aquellos tiempos, el mensaje para los hijos de Dios de todas las edades es elocuente y puede ser aplicado a la experiencia cristiana.
Para el pueblo judío, el templo significaba la presencia de Dios. Allí se manifestaba la shekinah, o sea, la gloria del Señor. Por esta razón el compositor de este salmo dice: «Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos».
Desde los días de Adán y Eva, el ser humano se apartó de Dios y anduvo en sus propios caminos de destrucción y muerte. Ir al templo, para los judíos, en cierto modo significaba regresar a Dios y volverse al Creador.
En Acción
¿Deseas alabar a Dios en la belleza de su santuario? ¿Prefieres, como el salmista en el texto de hoy, la compañía del Señor a cualquier opción alternativa? ¡Vuélvete a él y camina confiado en su amor y protección! Canta “Sol y escudo” (si es posible, con tu familia).