1 de junio | TODOS
«Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado» (Sal. 100: 1-3).
Vivió cantando desde que era niño. La música corría por sus venas. Había nacido para cantar. Al principio de su carrera exaltó el nombre de Jesús. Reconoció a Dios como el dador de lo bueno que tenía. Después vinieron la fama, los aplausos y el dinero, y olvidó que su voz era un talento que Dios le había confiado. Se perdió en la selva del reconocimiento humano, las luces y la gloria terrena. Dejó de glorificar el nombre del Creador y aceptó la gloria para sí.
Tuvo un triste final. La trágica mañana del lunes 17 de agosto de 1977, hallaron su cadáver en el piso del baño del hotel donde estaba hospedado. Había muerto por una sobredosis de barbitúricos. Algunos creyeron que se quitó la vida.
El versículo de hoy es un desafío para cantar. Pero después del verbo «cantar» viene el verbo «servir», que le da sentido al cantar. Si el cántico es la expresión de un corazón agradecido, y dispuesto a servir, le hace bien al espíritu. El hombre o la mujer que canta tiene ganas de seguir viviendo y las dificultades se vuelven pequeñas. Al reconocer que existe un Dios Todopoderoso, tú sabes que no estás solo y que nada ni nadie será capaz de destruirte.
Las tormentas pueden llegar. En este mundo, los hijos de Dios pueden atravesar por recias tempestades, pero, si reconocen que son pueblo de Dios y ovejas de su prado, no necesitan temer. Sus labios no expresarán lamentaciones, sino himnos de alabanza y gratitud por los hechos maravillosos del Creador.
En Acción
Quien de verdad siga a Dios no podrá sino ser alegre. Pasará momentos duros, pero su tendencia habitual ya será al gozo y no al pesimismo. La alabanza al Señor le saldrá de modo natural y espontáneo, lo mismo que su vocación de servicio. Entona el himno “Cantad alegres” (si es posible, con tu familia).