Cómo puede ser íntegro el joven

«En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Sal. 119: 11).

Acababa de salir de la cárcel donde había pasado tres días preso, y caminaba avergonzado, con las manos en los bolsillos de su casaca vaquera, usada y maloliente. Los ojos circundados por grotescas ojeras y el cabello desordenado reflejaban su espíritu abatido. Mientras se perdía en la multitud del centro de la ciudad, repetía para sí, una y otra vez, como si quisiese castigarse con las palabras: «Lo mereciste, lo mereciste. Cosechaste lo que sembraste».

Tres días en la prisión no es mucho. Hay gente que pasa años allí por un acto de locura. Hay también quienes pagan con su vida las consecuencias de su conducta equivocada. Pero Luis Javier era apenas un joven de veinte años y tenía todo el futuro en sus manos; eso sí, necesitaba crecer en sabiduría.

Su vida cambió de rumbo porque en una noche cenicienta del mes de febrero se encontró con Jesús. Fue casi accidental. Luis caminaba cabizbajo cuando un papel arrojado en el suelo le llamó la atención, se agachó parsimoniosamente, lo recogió y le llamó la atención la frase escrita en letras mayúsculas: «Jesús es la única salida».

Él necesitaba una salida. Se encontraba confundido en una maraña de caminos que lo conducían a la muerte. Cada uno de ellos solo le traía tristeza y desencanto. Sufría y se atormentaba con las decisiones que tomaba, pero no veía una luz de esperanza. Pero quizá ahora la tenía delante: aquel papel, además, anunciaba un encuentro para el estudio de la Biblia. Luis Javier no lo pensó dos veces. Esa noche asistió a la reunión y quedó fascinado con verdades de las cuales nunca había oído hablar.

Hoy, el joven que una noche cenicienta de febrero caminaba frustrado con la vida es un ingeniero de mucho éxito. Y si le preguntas qué es lo que sucedió, te responderá: «En mi corazón he guardado los dichos del Señor».

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