6 de junio | TODOS
«Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra» (Sal. 121: 1-2).
El Salmo 121 era entonado mientras los peregrinos israelitas se dirigían a Jerusalén a celebrar la pascua. Antes de llegar a la santa ciudad, ellos pasaban por un sendero peligroso, rodeado de montañas y plagado de fieras, malhechores y alimañas ponzoñosas. En aquellas montañas los idólatras ofrecían sacrificios a sus dioses; ellos creían que el socorro, en los momentos difíciles de la vida, venía de esos montes, En cambio, el salmista alza sus ojos a los montes pero, al preguntarse de dónde vendría su socorro, comprende que solo puede venir de Dios.
A lo largo de los tiempos, el ser humano se ha inclinado a volver los ojos a las cosas creadas y no al Creador. Los astros, las aguas, las pirámides, los cristales. Millones y millones de euros se gastan en consultas relacionadas con teorías humanas que basan sus predicciones en objetos terrenales y palpables. En los tiempos del salmista, las cosas no eran diferentes.
El oportuno socorro para los hijos de Dios viene de los cielos, más allá de los montes y de las estrellas. El Señor está constantemente atento a las necesidades de sus hijos, pero no puede intervenir sin el permiso humano.
¿Cuál es el drama que atormenta tus días y tus noches? ¿En qué dirección sopla el viento que amenaza tu frágil embarcación? ¡No temas!
En Acción
La mano divina está tendida hacia ti. Clama a Dios como clama a su padre una criatura desvalida, y verás las maravillas que el Creador es capaz de producir en tu experiencia. Canta “Mi socorro viene de Jehová” (si es posible, con tu familia).