16 de junio |. TODOS
«Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, el que domina su espíritu que el conquistador de una ciudad» (Prov. 16: 32).
Generalmente se cree que la fuerza y el vigor son características de la persona exitosa; sin embargo, en la inspirada máxima de Salomón, la paciencia y el dominio propio son más preciosos que la fortaleza y el espíritu conquistador.
Se cuenta la historia de un mandarín chino que estaba entusiasmado porque había sido nombrado para un cargo que involucraba el ejercicio de autoridad sobre mucha gente. Entonces mandó llamar a un consejero y le pidió que le dijera qué cualidad era la esencial en el ejercicio de su nueva función.
El viejo consejero lo miró a los ojos y le respondió: «¡Paciencia! ¡Sé paciente con tus subordinados!». Al día siguiente lo volvió a llamar y la respuesta del consejero fue la misma. El incidente se repitió durante cinco días. Siempre la misma respuesta. Al sexto día, el mandarín, enojado, reprendió al consejero: «Ya me cansé de oír el mismo consejo», y gritó: «¿No tienes otro consejo?». «Sí, respondió el sabio: ¡Paciencia, sé paciente con tus subordinados!».
La paciencia es una de las mayores virtudes; a fin de cuentas, en línea similar pero más abarcante, Jesús dijo un día: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mat. 11: 29).
Existen vidas destruidas, hogares deshechos, sueños arruinados, por falta de paciencia. Los cursos de inteligencia emocional te enseñan que debes ser paciente pero no pueden hacerte paciente, porque la fuente de la verdadera paciencia es Cristo.
En Acción
¿Te vencen a veces la impaciencia y la ira? ¡Acude a Jesús! Deja que su mano te moldee y te transforme. Sé arcilla en sus manos. Él es el alfarero celestial capaz de hacer de ti alguien paciente. Canta “Más vale ser paciente” (si es posible, con tu familia).