17 de junio | TODOS
”«El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu triste seca los huesos» (Prov. 17: 22).
Uno de los grandes descubrimientos de la ciencia médica ha sido la función de las endorfinas como potenciador inmunológico. Estas sustancias producidas en el cerebro ejercen una notable influencia sobre la química del cuerpo y capacitan al organismo para defenderse.
La Biblia no es un libro de medicina y, sin embargo, siglos atrás, el sabio Salomón ya anunciaba este concepto que hoy es de dominio público: «El corazón alegre es una buena medicina». Lo problemático en el mundo en que vivimos es que, con frecuencia, a la vista del ambiente que nos rodea, o al enterarnos de las noticias, da la impresión de que no hay muchos motivos para alegrarnos. Por eso la alegría no puede depender de las circunstancias sino de saber que no estamos solos en el universo, que somos hijos de Dios y que tenemos un Padre de amor preocupado en el bienestar de sus criaturas.
Mientras caminemos por el desierto de esta vida, la felicidad no podrá ser una continua sucesión de sensaciones placenteras. Si esperas solo momentos de alegría, tal vez acabes cada vez más deprimido y agotado. La felicidad es más bien una actitud que resulta de la comunión con la verdadera fuente de felicidad, que es Dios.
Cuando cultivas una experiencia de conexión diaria y permanente con tu Creador y te despiertas por la mañana, lo primero que haces es darle gracias por estar vivo, y ese sentimiento de gratitud es una fuente extraordinaria de endorfinas. El día puede estar cubierto de nubes oscuras, las dificultades y desafíos pueden ser terribles; pero la actitud positiva, nacida de tu confianza en Dios, hace que el sol brille en medio de la oscuridad.
En Acción
La alegría íntima que sientas la acabarás expresando. Otros también se beneficiarán contagiándose de ella. Tus propios «huesos» te la agradecerán, pues la alegría irradia salud tanto hacia dentro como hacia fuera. Canta “El corazón alegre” (si es posible, con tu familia).