18 de junio | TODOS
«Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él» (Prov. 22: 6).
Un niño de doce años leyó un libro de ciencia ficción y decidió no ir más a la escuela. Su madre lo llevó al médico, quien le preguntó: «¿Qué te pasa? ¿Por qué no quieres estudiar?». El niño
respondió: «¿Para qué, si finalmente el mundo será destruido? No veo ninguna razón para hacer nada si, al final, todo se acabará».
La madre, nerviosa, exclamó: «¡Eso no te incumbe! ¡No es asunto tuyo!». El doctor, por su parte, aconsejó: «Pero, Guillermo, no tienes que preocuparte. Cuando llegue ese momento, ya estaremos todos muertos». El médico tenía razón, pero ¿podía esa respuesta, por sí sola, aportar verdadero consuelo a aquel niño?
Ciertamente, todos moriremos un día; sin embargo, el sabio Salomón, en el proverbio de hoy, no habla de la muerte sino de la vida. Salomón utiliza a menudo la ilustración del camino para enseñar el poder de la decisión y sus consecuencias. Se refiere al camino de la sabiduría y de la vida en contraste con el camino de la necedad y la destrucción. Al instruir a los niños en el camino, les enseñamos a distinguir entre el bien y el mal.
La misión de los padres y educadores concluye con la instrucción, pues el niño crece y toma sus propias decisiones, que no siempre son coherentes con la instrucción que recibieron; pero la promesa divina es que, aunque por algún tiempo la persona ya adulta escoja el camino del mal, las instrucciones recibidas en su niñez estarán en su corazón y finalmente regresará al sendero correcto.
¡Qué esperanza consoladora para sus padres y educadores!
En Acción
¿No te vienen a la cabeza, conforme pasan los años, las máximas y consejos de tus padres y educadores? Cuando tú mismo eduques a otros con un amor semejante, el efecto será igualmente valioso. Pasarán décadas y aún recordarán tus palabras.