17 de enero | TODOS
«Entonces respondió José al faraón: “El sueño del faraón es uno y el mismo. Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer”» (Gén. 41: 25).
Dios nunca pierde el control de la historia. Él conoce el pasado, el presente y el futuro. Nada está oculto a sus ojos. Su presciencia trasciende los tiempos y las edades. Antes de interpretar el sueño de Faraón, José le indicó que Dios le mostraba en él lo que pensaba hacer. El Señor nunca falla. Él dirige los destinos del mundo. Lo hace inspirando la voluntad humana, o incluso permitiendo la insensatez de los rebeldes. Pero, al final, Dios lleva a cabo lo que tiene previsto. El futuro no le sorprende.
Cuando José fue a prisión, podría parecer que las cosas se habían escapado del control divino. ¿Cómo permitía que un joven inocente sufriera por causa de su fidelidad? Sin embargo el tiempo se encargó de demostrar que el Señor no falla y que sus promesas se cumplen. ¡Extraños y misteriosos sus caminos! Pero siempre conducen al destino glorioso que tiene preparado para sus hijos. El futuro está en sus manos.
Cuando surgió el primer brote del covid-19 en China, nadie podía imaginar que en pocas semanas el mundo se detendría como un caballo terco que se niega a avanzar. Se cancelaron proyectos. Viajes fueron suspendidos. Compromisos asumidos con meses de anticipación tuvieron que ser postergados. Los sueños humanos se vinieron abajo como un castillo de arena. Lo sorprendente es que la Biblia anunciaba las escenas de nuestros días con siglos de anticipación: «¡Habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo» (Luc. 21: 11). Jesús ya sabía, y le había mostrado a la humanidad lo que sucedería.
El mismo Jesús que cuidó de José y que predijo lo que sucedería en el mundo sabe también lo que va a hacer contigo, aunque en el presente no logres entenderlo. ¿Estás dispuesto a hacerle caso?
En Acción
En esta vida no faltarán circunstancias que te llenen de estupor y te inspiren temor al futuro. Pero Dios nunca abandona a nadie. Sobre esta base, pídele que te ayude a ser un instrumento en sus manos. Una bendición para un amigo, un compañero de trabajo, un vecino o familiar. Así como ocurrió con José, Dios quiere usarte a ti hoy.