19 de junio | TODOS
«Si el que te aborrece tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua; pues, haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza, y Jehová te recompensará» (Prov. 25: 21-22).
El cristianismo auténtico va más allá de la simple teoría. No consiste solo en una colección de palabras bonitas, ni de frases rebuscadas. Sale del papel e ingresa en la vida cotidiana, caminando por los senderos más dolorosos de la angustia humana a fin de aliviar el sufrimiento de las personas.
Es bueno cantar himnos de alabanza a Dios. Es maravilloso oír un coro de quinientas voces acompañado por una orquesta sensacional, pero es más espiritual y práctico ofrecer pan al que tiene hambre, sin preocuparse de su origen, del color de su piel, su clase social, o su relación con quien presta ayuda.
El texto de hoy es retador. Cuestiona nuestras inclinaciones naturales, nos invita a devolver bien por mal. Pero es eficaz además de revolucionario. Por otra parte, poco mérito hay en ayudar a quien amas. El verdadero amor ayuda al enemigo, al que te ataca y busca ofenderte.
El sermón por excelencia sobre el perdón lo predicó Jesús en el Calvario. Su púlpito fue la cruz, desde donde dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Luc. 23: 34). El Redentor y Maestro fue más allá de la belleza de la poesía para entrar en el crudo terreno de la praxis.
Dice el sabio que si ayudas al que te ofende, «le arderá la cara de vergüenza». En el idioma original el sentido de esta sentencia es que darás a tu enemigo la brasa de tu amor para encender su corazón apagado.
En Acción
Nunca pierdes por amar. Solo ganas, y serás feliz haciendo el bien sea a amigos o a enemigos. Recuerda siempre este consejo. Canta “Si el que te aborrece tiene hambre” (si es posible, con tu familia).