21 de junio | TODOS

Todo tiene su tiempo

«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: “Tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado”» (Ecle. 3: 1-2).

En los primeros ocho versículos del capítulo 3 de Eclesiastés, Salomón utiliza veintisiete veces la palabra «tiempo». No se refiere solo al orden de las cosas sino principalmente a la fugacidad del tiempo, y termina diciendo: «Todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo fue hecho del polvo, y todo al polvo volverá» (vers. 19 ú.p. y 20).

En algún momento de su vida, el rey más sabio del mundo se dejó arrastrar por las pasiones de la vida, fue tragado por las aguas contaminadas de la ilusión; pero finalmente regresó a la fuente de la sabiduría, que es Dios, y entonces escribió el libro de Eclesiastés, en el cual se esfuerza por mostrar la falta de sentido que significa vivir lejos de él.

El agua que corre por el riacho no regresa al manantial, la flor que cae no vuelve a la planta que la dejó caer. La fugacidad es sinónimo de la vida en la tierra, incluida la vida humana, y preámbulo de la realidad cruda y trágica que es la muerte. Después de la entrada del pecado en el mundo, todo se va y se acaba. Los seres humanos y su historia se dirigen rumbo al olvido como las aguas de los ríos se encaminan hacia el mar.

Sin embargo, lo efímero no es intrínseco al tiempo, aunque sea condición de esta humanidad, porque Dios determina el tiempo; él es la propia eternidad. En este mundo de pecado, la muerte subyace al lamento triste en cada atardecer, pero el día eterno está llegando y entonces habrá tiempo de ser feliz para siempre.

En Acción

Aceptar que las cosas en la vida tienen su tiempo te ayudará a ser paciente y a comprender que a menudo es mejor esperar. A la vez, no tienes por qué resignarte a que el mal tenga una y otra vez «su tiempo». ¡Rebélate frente a eso con las armas de Jesús! Canta “Todo tiene su tiempo” (si es posible, con tu familia).