22 de junio | TODOS

Hazlo según tus fuerzas

«Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría» (Ecle. 9: 10).

La brevedad de nuestra existencia en este mundo conlleva la responsabilidad de hacer las cosas con prontitud y eficiencia; «según tus fuerzas», aconseja Salomón. Esta es una advertencia contra la inercia y la improductividad. «Hazlo» es un imperativo. No depende de las circunstancias, ni de tu buena voluntad. La vida pasa, las horas se diluyen en la inmensidad de la eternidad y no hay tiempo que desperdiciar. Vive con sensatez, haz lo que te venga a mano para hacer, pero según tus fuerzas. No intentes ir más allá de lo que puedas, pero tampoco te quedes más acá de donde podías haber ido.

La escritora inglesa Mary Cholmondoly escribió: «Cada día que vivo me convenzo más de que el desperdicio de la vida está en el amor que no damos, en las fuerzas que no usamos, y en el miedo egoísta que nada arriesga y que nos lleva a vivir esquivando el sufrimiento sin saber que en realidad esquivamos la felicidad».

Según el escritor bíblico, la muerte es el fin de todo para el ser humano en esta tierra. Más allá de la muerte se encuentra la nada, el vacío, la no existencia. «No hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría». Tu oportunidad es ahora. Hoy es el día. El ayer ya se fue, el mañana todavía no llegó; entonces, haz hoy lo que sea necesario hacer.

El explorador y empresario británico Cecil Rhodes dijo antes de morir. «Hay tanto por hacer, e hice tan poco…». Él, sin embargo, había hecho mucho —no todo bueno, la verdad sea dicha—. Fue, por ejemplo, responsable de la comercialización del 90% de diamantes en el mundo; y no obstante, en el momento de morir creyó que era muy poco lo que había llegado a cabo.

«Todo lo que te venga a la mano para realizar, hazlo con [todas] tus fuerzas. Realiza tu tarea gozosamente con cantos de alabanza» (Elena G. White, En lugares celestiales, pág. 228).

En Acción

Hoy es un nuevo día. Levántate sin pereza y permítele a Dios usarte para bendición de los demás. Canta “Hazlo según tus fuerzas” (si es posible, con tu familia).