26 de junio | TODOS
«Venid, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son vuestros pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!» (Isa. 1: 18, NVI+).
La noticia causó impacto en el barrio. La familia no entendía cómo un padre ejemplar como aquel hombre honesto, tranquilo y trabajador, había decidido quitarse la vida. Mejor dicho, casi todos los familiares excepto la hija de trece años, que venía siendo víctima de los abusos paternos desde que cumpliera diez. El día del entierro, ella era la única que no lloraba. Observando el ataúd, le dijo murmurando a una amiga suya: «Lo mató la culpa».
Existen aspectos psicológicos ocultos detrás de cualquier suicidio. No es fácil entender las razones que llevan a una persona a una decisión tan extrema. ¿A qué nivel de desesperación llega alguien para poner fin a su existencia? ¿Qué ocurre dentro de su mente? Muchos suicidios son resultado de la culpa no resuelta, del sentimiento de angustia y del dolor que se apoderan del alma por causa de una ofensa contra el prójimo, contra Dios o contra sí mismo.
En el texto de hoy Dios invita al ser humano, pecador, a aclarar las cosas. Está dispuesto a hacer que sea suyo su perdón. Para ello, es necesario arreglar la situación de pecado. El arrepentimiento supone modificar el punto de vista y admitir que las cosas no pueden seguir como están. Es necesario un cambio de rumbo, un nuevo nacimiento. Cuando el hombre o la mujer reconocen su necesidad de recomenzar, empiezan a ver cumplida la promesa de la justificación
No hay pecado que Dios no pueda perdonar. No existe lugar tan distante de donde él no pueda traer de vuelta al hijo descarriado, no existe pozo tan hondo al que hayas caído del cual no te pueda sacar.
En Acción
Hoy puede ser ese día en tu existencia. Reconoce que te has separado del Señor y clama por la misericordia que él anhela regalarte. Canta “Como la nieve” (si es posible, con tu familia).