27 de junio | TODOS
«Después oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Entonces respondí yo: “Heme aquí, envíame a mí”» (Isa. 6: 8).
En el capítulo 6 de Isaías, el profeta ve a Dios sentado en su trono. Abajo, en la tierra el pueblo de Israel estaba triste y lleno de incertidumbres. El rey Uzías acababa de fallecer víctima de la lepra causada por su rebeldía. Por si esto fuese poco, las naciones enemigas venían del norte arrasando a los países que encontraban a su paso.
El miedo, el desánimo y la angustia se extendían entre los judíos como hojas desprendidas por el desencanto; pero, en medio de esas circunstancias pesarosas, Dios no perdía el control de la historia. Desde su trono gobernaba el destino de las naciones, las familias y las personas. Inspirando a los que deseaban obedecer, o permitiendo los desvaríos de los rebeldes, pero sin perder el control. Dios es eterno y soberano e Isaías lo contempló en la excelencia de su gloria.
Ante la presencia del Señor el profeta cayó por tierra y clamó: «¡Ay de mí, que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Isa. 6: 5). En ese momento el ángel del Señor tomó una brasa del altar y la puso en los labios del profeta diciendo: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio tu pecado» (vers. 7).
Solo después de contemplar a Dios en su gloria y ser purificado de sus pecados, Isaías exclamó: «Heme aquí, envíame a mí». La misión sin devoción es un simple mercadeo de doctrina, y la devoción sin misión no pasa de misticismo contemplativo. Isaías nos enseña que primero es necesario ser un creyente auténtico que contempla a Dios en su grandeza y recibe el perdón por su gracia, y después viene el compartir la belleza del evangelio con aquellos que todavía no conocen a Jesús.
En Acción
Nada es comparable a conocer a Dios. Puedes conocerle meditando en su Palabra, pero ese conocimiento te llevará a la acción (inmerso en ella, te darás cuenta de que también gracias a ella seguirás conociéndole).