28 de junio | TODOS
«Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre “Admirable consejero”, “Dios fuerte”, “Padre eterno”, “Príncipe de paz”» (Isa. 9: 6).
Para entender el mensaje de hoy es necesario saber que el capítulo 9 es una continuación de la profecía iniciada en el capítulo 7 y continuada en el 8. En estos dos capítulos se entretejen advertencias duras y promesas tiernas. Las promesas son como rayos de luz que iluminan las sombras amenazantes sobre el pueblo rebelde.
Dios denuncia los pecados de su pueblo, pero al mismo tiempo les anuncia un libertador que los aliviará del sufrimiento fruto de su desobediencia, y les dice que la calamidad no será tan grande como en los tiempos pasados. Será atenuada. Habrá luz, principalmente en las regiones oscuras de Zabulón y Neftalí, las provincias más amenazadas por el enemigo.
El libertador sería un niño que les llegaría en la persona de Jesús. Solo él podría ser llamado «Admirable consejero», «Dios fuerte», «Padre eterno» y «Príncipe de paz». Isaías enfatiza el hecho de que este niño «nos es nacido» y al mismo tiempo «nos es dado». Es humano, porque «nos es nacido», pero al mismo tiempo viene de fuera, porque «nos es dado». Es divino.
Plenamente humano y divino al mismo tiempo. Con su naturaleza divina alcanza el cielo y con su naturaleza humana nos alcanza en la miseria del pecado en la que nos encontramos. Jesús es el puente, el agente reconciliador que nos lleva de regreso al Padre.
En Acción
En tus horas bajas, recuerda que el «Dios fuerte», el Creador del cosmos, se hizo humano y pequeñito por nosotros. Se encarnó en un diminuto embrión para quebrar nuestro corazón de piedra. ¿Cómo no rendirse a él y desear un amor como el suyo? ¡Nunca es tarde para reconocer que necesitas a Jesús! Canta “Un niño nos es nacido” (si es posible, con tu familia).