29 de junio | TODOS

La causa de todas las caídas

«¡Cómo caíste del cielo, Lucero, ¡hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: “Subiré al cielo. En lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono y en el monte del testimonio me sentaré, en los extremos del norte; sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo”» (Isa. 14: 12-14).

Lucifer soñaba con ser grande, ansiaba llegar a la cumbre luminosa del poder, anhelaba ser el propio Dios y tener el universo a sus pies. Penosamente, cayó como un meteoro sin control y, en su triste descenso, se hizo dolor, amargura y lamentación. Después, aun siendo estrepitosa su tragedia, se empeñó en arruinar al mayor número posible de seres creados y, desde aquel día, se dedicó a sembrar el orgullo y la autosuficiencia en el corazón de las personas.

Canela es un ejemplo de lo que hace el orgullo con las vidas que toca. La llamaban así por el color de su piel morena. Cuando sonreía, aparecían sus dientes como manada de ovejas blancas. Era bella, inteligente y perspicaz. Soñaba con ser abogada y no tuvo dificultades para lograrlo. En la universidad conoció a un profesor, dueño de uno de los más grandes bufetes de la ciudad, se casó con él después de la graduación y en pocos años se transformó en una profesional brillante, reconocida y adinerada.

Al mirar al pasado, recordaba a sus padres, gente sencilla, llevándola a la iglesia y contándole historias bíblicas a la hora de dormir, y sonreía. Recuerdos que ahora le parecían lejanos e ingenuos. Propios de una fase superada de su vida.

Su fe había desaparecido junto con las limitaciones de su infancia. No necesitaba a Dios, o eso creía. Pero un día, un accidente en la carretera segó la vida de su esposo y la condenó a ella a una silla de ruedas, y a quedar ciega por el resto de su vida.

En su tragedia, su orgullo se hizo tristeza y sufrimiento. Entonces sintió nostalgia de Dios, volvió a reconocer su necesidad de él y regresó a los brazos de Jesús.

En Acción

No esperes a estar rematadamente mal para buscar y conocer a Dios. Cuanto más tiempo estés «bien» sin él, más fácil es que te enorgullezcas de ti mismo. Reflexiona en tu vida y en tantos otros casos, y pregúntate si vale la pena vivir alejado de Dios.