30 de junio | TODOS
«“¡He aquí que vienen hombres montados, jinetes de dos en dos!” Después habló y dijo: “¡Cayó, cayó Babilonia, y los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra!”» (Isa. 21: 9).
La poderosa y deslumbrante Babilonia reposaba como una criatura gigante en las márgenes del río Éufrates. Guerrera de fuerza avasalladora, en la batalla ninguna nación era capaz de resistir su poderío militar. Bañada de riqueza y gloria, adornada de edificios magníficos y bellísimos jardines, se había convertido en el tsunami imparable de aquellos tiempos.
En los días de Isaías, tras derrotar a Asiria y Egipto, Babilonia se alzaba como el imperio que dominaría la tierra, y se acercaba amenazante a Judá para destruir Jerusalén y llevarse cautivos a los jóvenes hebreos. Sin embargo, Dios le mostró al profeta una dramática visión de jinetes anunciando la increíble noticia de la caída de Babilonia. Esto se hizo realidad cuando el ejército medopersa, bajo el mando de Ciro, conquistó aquel poderoso imperio.
Además de presentar a Babilonia como enemiga del pueblo de Dios, la Biblia la usa como símbolo de la rebeldía humana que desafió a la autoridad divina con la torre de Babel. Más tarde, llamativamente, comprobamos que se vuelve a anunciar la caída de Babilonia. Un ángel vuela por el cielo diciendo: «Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación» (Apoc. 14: 8).
Esta ya no es la Babilonia histórica. Aquella ciudad antigua y poderosa se reduce hoy a unas ruinas ubicadas a ochenta kilómetros al sur de Bagdad. El Apocalipsis se refiere a la caída de una Babilonia que simboliza un poder religioso rebelde, que no se sujeta a la autoridad de la Palabra de Dios y que ha embriagado a la humanidad con sus enseñanzas ajenas a la Biblia. La profecía divina no falla. Si la Babilonia histórica cayó, la espiritual también caerá.
En Acción
Cualquier producto humano, desde un imperio hasta un teléfono móvil, tiene lo que en marketing se llama su propio «ciclo de vida». Aunque suba muy alto, antes o después caerá. Algo típico, también, de la soberbia humana. Mejor evítala. Puede que al principio te regodees con tus éxitos; pero, al final, tanto más dura será la caída.